jueves, 20 de julio de 2017

La educación como estrategia para fomentar estilos de vida saludables

La carta de Ottawa propone: “La salud se crea y se vive en el marco de la vida cotidiana; en los centros de enseñanza, de trabajo y de recreo; la salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia, y de asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la posibilidad de gozar de un buen estado de salud”.
Dentro de este contexto, se ha propuesto la promoción de la salud desde la escuela, como requisito previo de la salud como un compromiso frente a las metas del milenio y la OMS. La OPS propone la estrategia de Promoción de la Salud Mediante la Escuela, que “facilita que autoridades, escuela, comunidad y los servicios locales de salud potencialicen la capacidad de desarrollar conocimientos, actitudes y prácticas de promoción de la salud y de prevenir los factores y condiciones de riesgo en las nuevas generaciones.
La promoción de la salud escolar también contribuye a disminuir el abandono y la repitencia escolar, ambos factores de riesgo para la salud y el desarrollo humano”. Esta idea se basa en la participación social en torno a los programas de mejoramiento de la promoción de la salud que se deben consolidar en la escuela.
Dichas propuestas constituyen un espacio en términos de impulsar, desde los primeros años, la conciencia de configurar la propia vida y ser motores para contribuir a hacerlo con los que rodean a quien aprende en primera instancia.
Esto posibilitaría la construcción de una cultura de la salud, a través de la formación de estilos de vida saludables, en el fomento de actitudes y comportamientos para una vida sana; la construcción de políticas, prácticas y valores para vivir, que fomenten la autoestima del individuo, provean oportunidades de éxito, de logros personales, de convivencia pacífica, como base para un mundo feliz.
La construcción de espacios físicos que protejan la salud da una mayor conciencia respecto a las relaciones que se establecen con el medio ambiente físico y psicosocial. Dentro de las alternativas para lograr mejorar los estilos de vida que involucran aspectos de tipo socioeducativo se incluyen, por ejemplo, las campañas de prevención del tabaquismo, del consumo de alcohol, las de promoción de una alimentación saludable y del ejercicio físico o las de promoción de la salud, y se dirigen a grupos sociales o sociedades enteras.
Los anteriores son factores de riesgo dentro de un estilo de vida, pero hay que considerar que: “La educación para la salud es toda actividad libremente elegida, que participa en un aprendizaje de la salud o de la enfermedad, es decir, es un cambio relativamente permanente de las disposiciones o de las capacidades del sujeto.
Una educación para la salud, eficaz, puede así producir cambios a nivel de los conocimientos, de la comprensión o de las maneras de pensar; puede influenciar o clarificar los valores; puede determinar cambios de actitudes y de creencias; puede facilitar la adquisición de competencias; incluso, puede producir cambios de comportamientos o de modos de vida”.
La función de “facilitar” ya implica las características que ha de tener el papel del educador, considerando a este como un facilitador de los cambios voluntarios de comportamiento, es decir, entendiendo la naturaleza de la tarea educativa para la salud como una relación de ayuda y apoyo, no impositiva, y en la que el elemento fundamental de la relación educativa es el que aprende.
Considerar que los cambios de comportamiento que pretende lograr la educación para la salud han de ser “voluntarios”, implica una percepción antropológica de que todo individuo posee un modo de vida propio, que viene condicionado por su herencia, su desarrollo, su cultura y su entorno, y que, por tanto, cada persona tiene su propia forma de comportarse, sus actitudes, sus valores, sus experiencias y sus conocimientos específicos.
Pero, al mismo tiempo, supone una concepción de la educación para la salud como proceso facilitador de cambios en los estilos de vida de los sujetos, que estos podrán asumir o no, sin ejercer ningún tipo de manipulación conductual sobre ellos.
Los “comportamientos saludables” que se pretende conseguir con los proyectos educativos para la salud son aquellos que nos permiten mejorar nuestro estado de salud. Con ello se alude no solo al resultado de las actividades educativas, sino también a la influencia de las acciones emanantes de diversas instancias sobre la salud, esto es, sobre las condiciones de vida, ambientales o de servicios prestados a la población.
Resulta evidente la importancia que se ha dado a la acción de educar para la salud por diversos autores. Sin embargo, se encuentra que se ha contemplado en forma desligada de la calidad de vida, y que al involucrarla, la educación para la salud se convierte en un instrumento de cambio social e individual, como también lo es la educación en general.
Desde una perspectiva intervencionista, la educación para la salud se ha considerado como un proceso propositivo de aprehensión de patrones relativos al mantenimiento y promoción de la salud. Este proceso tenderá a crear hábitos que lleven a unas conductas referidas a estilos de vida sanos.
La OMS, ya en los años 50, afirmaba que la finalidad de la educación sanitaria es “ayudar a los sujetos a conseguir la salud mediante su propio comportamiento”. Esta finalidad no debe ser absoluta, en el sentido de que esta acción educativa resulta ser uno de los instrumentos de la promoción de la salud y de la acción preventiva, que ayuda al individuo a adquirir un conocimiento científico sobre problemas y comportamientos útiles, para alcanzar el objetivo salud.
Para que se generen reales acciones de defensa de la salud, se debe implicar responsablemente al individuo y al grupo en las acciones de defensa de la salud, es decir, debe aparecer un compromiso de cambio. Las acciones preventivas evitan la aparición de un problema, pero las acciones previsivas promulgan acciones positivas hacia la previsión que tiene el fin de reforzar o fomentar los factores protectores de la salud y mejorar el ambiente de la persona, para que sea cada día más útil, saludable y feliz.
Se pone de manifiesto la interrelación de los problemas individuales y colectivos, respecto tanto al ambiente físico-social, como con los aspectos de salud, vida y política. Por lo tanto, el concepto de educación para la salud debe ser integrador y positivo.
“Cuando nos referimos a la educación, creemos que debemos hacer hincapié en su aspecto globalizador, el hombre que es un todo, es una realidad, bio/físico/social, donde las relaciones son parte fundamental. Sería falaz, por nuestra parte, proponer un modelo de educación para la salud que no tuviera como base el principio de globalidad, tratando de separar los aspectos de la salud de todas las demás dimensiones humanas.
Creemos que los conocimientos referidos a la salud, en todos sus aspectos, deben ser incluidos en el currículum, tratándose en los niveles y materias que corresponda. Así, se podrá lograr la coordinación de los profesores para obtener la tan necesaria visión global y completa de los problemas de salud. Para los alumnos, la educación para la salud debe ser percibida como un elemento más en el quehacer cotidiano de la escuela.
Si la educación para la salud se lleva a la escuela de manera global e integrada en el currículum, afectará a toda la población escolar a lo largo del período de escolaridad obligatoria, período suficientemente largo para que la acción educativa haya generado conductas óptimas referidas al patrón salud.
Desde una perspectiva psicológica, debemos subrayar la importancia configurativa de las intervenciones educativas que se producen en la escuela; los niños en edad escolar disfrutan de la mayor plasticidad de su período vital, por lo que su capacidad de cambio es mucho mayor de la que pueden tener luego como seres adultos.
Debemos subrayar, por último, que nunca una experiencia de este tipo pueden ser impuesta, sino que debe ser aceptada no solo por la escuela, sino por la comunidad escolar, teniendo en cuenta las necesidades e intereses de los distintos grupos sociales que la integran; solo así las intervenciones serán congruentes, produciendo la consiguiente amplificación de sus efectos”.
Este planteamiento requiere cambios en la forma de educar, respecto de la iniciación de esta formación en etapas tempranas de la vida. En segunda instancia, es evidente la necesidad de políticas claras de las instituciones gubernamentales y de los formadores de formadores, para crecer en la habilidad de comunicar la importancia del desarrollo de una conciencia personal respecto de la responsabilidad que tiene cada individuo frente a su salud, y que esta genera un compromiso social acerca  de la veracidad de la información transmitida, de la verificación de la efectividad en el cambio de patrones de conducta y, finalmente, respecto de la salud de los miembros de dicha comunidad.
En tercera instancia aparece la industria y la ingeniería, que además de resolver los temas propiamente tecnológicos, requiere comprender al consumidor como una persona que en su totalidad debe alcanzar su bienestar, cualquiera que sea su condición, aun cuando aparezcan en primera instancia como responsables de este proceso la medicina y el Estado.
Para ello, se deben mantener campañas de capacitación responsable a nivel de los medios de información tradicional y de la misma Internet, que muevan al consumo de alimentos saludables, funcionales o no, que realmente proporcionen sustancias que tengan alto valor nutritivo, pero que a su vez se unan a estilos de vida saludables, que impliquen una combinación apropiada de ellos y la manera adecuada de prepararlos, consumirlos y mantenerlos en almacenamiento.
La carta de Bangkok, para la promoción de la salud en un mundo globalizado, del 2005, establece las medidas, los compromisos y las promesas necesarias para abordar los problemas de salud en un mundo globalizado, todo esto fomentando lo propuesto en la carta de Ottawa. Considera dentro de sus destinatarios al sector privado e involucra como factores críticos el desarrollo de nuevas formas de consumo y comunicación, así como las medidas de comercialización.
Involucra como compromisos clave lograr que la promoción de la salud sea un componente primordial de la agenda de desarrollo mundial, una responsabilidad de todo gobierno, un objetivo fundamental de las comunidades y de la sociedad civil, y un requisito para las buenas prácticas empresariales. Aun cuando el papel de la industria y la ingeniería no aparece mencionado en forma directa, resulta una oportunidad de enfrentar la responsabilidad compartida, el velar por la salud de los consumidores a través de la investigación y el desarrollo de productos asequibles a toda la población, que promuevan estilos de vida saludable, más allá de garantizar la inocuidad de los mismos y la salud de sus trabajadores.
Pero la acción preventiva debe trascender, al hacer frente a los efectos nocivos del comercio, productos, servicios y estrategias de comercialización, que en últimas promueven patrones culturales contrarios a lo esperado. La promoción de la salud debe ser parte de la estrategia de formación del nuevo consumidor, que será consciente de la relación salud-alimentación, y para ello aparece como componente fundamental la educación.
Todo esto debe ser desarrollado dentro del marco sociocultural particular y empleando, además, las estrategias educativas que involucren el crecimiento personal. Se requiere involucrar a ambos actores en el proceso de adquirir una cultura de salud, donde la prevención sea la prioridad; adquirir una actitud positiva hacia la salud, tanto individual como colectiva, teniendo en cuenta el cuerpo y las emociones; adoptar estilos de vida saludables, conociendo los principales problemas de salud actuales y el modo de prevenirlos. La industria y la ingeniería deben ser parte del proceso formativo como facilitadores, fomentando, desde su cultura institucional y profesional, que cada individuo se haga responsable por su salud, por su estilo de vida y por el efecto positivo que genera en la sociedad y en el medio ambiente.

Fuente: Gabriela Rabe Cáez Ramírez y Nidia Casas Forero (2007). Formar en un estilo de vida saludable educ.educ. Volumen 10, Número 2, pp. 103-117.

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