jueves, 6 de julio de 2017

Manejo integral de las dislipidemias en niños, niñas y adolescentes

Los ensayos longitudinales, han establecido que los niveles de colesterol presentan una canalización a lo largo del tiempo, lo que significa que los niños, niñas y adolescentes que presentan niveles ascendentes de LDL-C, muestran una mayor susceptibilidad a permanecer con cifras altas en la edad adulta.
Existe suficiente evidencia clínica sobre que los altos niveles de colesterol en niños y adolescentes se asocian a la presencia de lesiones ateroscleróticas en coronarias y otras arterias; además el proceso aterosclerótico precede las manifestaciones clínicas por años y hasta por décadas.  Es necesario minimizar los factores de riesgo en la población joven, mediante la instauración de hábitos de vida saludables que disminuyen el riesgo de aparición de otras enfermedades crónicas no transmisibles en el adulto como la obesidad, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, osteoporosis y cáncer, entre otras.
Diversos documentos como el II Consenso Nacional para el Manejo del Paciente con Dislipidemia, la Academia Americana de Pediatría (AAP), la American Heart Association (AHA)  y recientes Consensos para la Reducción del Riesgo Cardiovascular en la población pediátrica, establecen dos estrategias a seguir: a)  Recomendaciones generales para la población con el fin de mantener los niveles bajos de colesterol en todos los niños, niñas y adolescentes, y b)  Intervención individual en el paciente con alto riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular. 
Las modificaciones del estilo de vida han sido uno de los recursos más importantes en la prevención y tratamiento de las enfermedades cardio y cerebrovasculares, así como otras no transmisibles. La dieta es el tratamiento de elección inicial en la edad pediátrica independiente de la causa de la dislipidemia.
En la población general se recomienda monitorizar los niveles sanguíneos de lípidos en los niños o adolescentes después de los 3 años y repetir cada 5 años si los valores son normales o si no presenta ningún factor de riesgo para enfermedad cardiometabólica.
Estas recomendaciones se ajustan a la población infantil en general, a partir de los 2 años de vida.  Son medidas de prevención primaria y se basan en cambios en el estilo de vida y parámetros nutricionales que ayudan a mantener bajos los niveles de lípidos y minimizan el riesgo a desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Dentro de las recomendaciones nutricionales, es primordial enfatizar la implementación de un plan de alimentación bajo en grasas saturadas y colesterol, las cuales han demostrado que no afectan el crecimiento y desarrollo en las poblaciones estudiadas. Plan de alimentación con una distribución adecuada de nutrientes, ajustado a su edad, sexo y actividad física.  Si es posible, adaptarlo al ritmo individual de crecimiento y maduración ósea, sobre todo durante la pubertad.
 • El total de grasas no debe superar el 30 % ni ser menor del 20 % de las calorías totales ingeridas.  Evitar el consumo de alimentos ricos en grasas, como frituras, untados, rebosados y empanizados.
• El total de grasas saturadas debe ser inferior al 10 % del total de calorías ingeridas, de las cuales las grasas trans no deben ser mayor del 1 % al 3 % y garantizar un aporte mayor del 10 % de ácidos grasos poliinsaturados.
• Ingerir menos de 300 mg de colesterol al día.
• Consumo de 5 o más intercambios de frutas y vegetales al día.
•Consumir entre 6 y 11 raciones de carbohidratos, preferiblemente cereales integrales y otros granos al día, ricos en minerales y fibra.
• Verificar un aporte adecuado de fibra (gramos de fibra/día = Edad + 5 g).
• Los niños mayores de dos años pueden ingerir productos lácteos descremados o parcialmente descremados para garantizar el aporte de calcio y para garantizar una mineralización ósea adecuada, sin exceder los requerimientos por grupo etario.
• En los menores de 2 años se recomienda: lactancia materna hasta los 2 años, exclusiva hasta los 6 meses e iniciar la alimentación complementaria a partir de esta edad.  Evitar el consumo de leche entera de vaca.
La actividad física regular tiene efectos favorables sobre la mayoría de los factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, lipídicos y no lipídicos independientemente de la intensidad del ejercicio realizado. Se ha demostrado una mejoría significativa del perfil lipídico; incremento del HDL-C y una reducción importante de los triglicéridos en las personas activas.
Además de los efectos fisiológicos conocidos del ejercicio, como la mejoría de la perfusión y oxigenación tisular, aumento de la masa muscular, entre otros, el ejercicio incrementa la sensibilidad a la insulina y la función endotelial, lo cual mejora el control glicémico de los niños y reduce los valores de la presión arterial.  El ejercicio mínimo debe ser de 30 minutos en promedio al día, actividad física moderada.  El ejercicio meta debe ser de más de 1 hora al día y reducir la actividad física sedentaria a menos de 2 horas/día. 
El tiempo del ejercicio varía de acuerdo con la edad del niño y del índice de masa corporal (IMC).  Los obesos se inician con actividad física moderada de 15 minutos diarios.  El ejercicio en el preescolar será de diversión fundamentalmente
El ejercicio físico recomendado es principalmente aeróbico, como caminar, trotar, correr, nadar, montar bicicleta convencional o estática, o usar equipos que ejercitan miembros inferiores y superiores simultáneamente. 
Existen múltiples evidencias del efecto deletéreo del cigarrillo en la salud del ser humano y de sus repercusiones cardiovasculares, por lo que en los pacientes con dislipidemia se hace primordial la corrección de este pésimo hábito.  Por otro lado, en el fumador pasivo, incluso por breves períodos, se disminuye abruptamente la velocidad de reserva del flujo coronario, lo que puede ser causado por disfunción endotelial en la circulación coronaria. El humo del cigarrillo demostró disminuir las concentraciones de HDL-C en fumadores activos y pasivos.  Es de vital importancia hacer del conocimiento del niño con dislipidemia y de sus familiares, la importancia de evitar el uso del cigarrillo en el hogar.
Vigilar los niveles de lípidos en los niños pertenecientes a familias con alto riesgo cardiovascular o que presenten algún factor de riesgo individual. Existen algunos factores de riesgo familiares a identificar como:
• Enfermedad cardiovascular prematura en parentela de primer grado menores de 55 años (padres, hermanos, abuelos, tíos y tías).
• Historia familiar de hipercolesterolemia, familiares con niveles de colesterol total > 240 mg/dL. 
• Historia familiar cardiovascular desconocida. Por otro lado, es imprescindible investigar la presencia de factores de riesgo presentes en el niño, de carácter individual que contribuyen a la aparición temprana de enfermedad cardiovascular, como: Hipertensión arterial.
Hábito de fumar. Inactividad física o sedentarismo. HDL menor de 35 mg/dL. Obesidad (a partir de los 2 años, IMC ≥ del percentil 90). Ingesta excesiva de alcohol, en adolescentes. Uso de medicamentos asociados con hiperlipidemias como ácido retinoico, anticonceptivos orales, anticonvulsivantes, antineoplásicos, entre otros. Enfermedades crónicas previamente diagnosticadas como: diabetes, síndrome nefrótico, hipotiroidismo, entre otras.
Los valores puntuales de colesterol total 170 mg/dL y 200 mg/dL descritos para la población americana se aproximan a los percentiles 75 y 90 para la población venezolana.  En Venezuela en la actualidad no se dispone de valores para otras fracciones lipídicas.  Los niveles de CT y LDL pueden descender entre 10 % al 20 % de su valor real durante la pubertad, motivado por los cambios secundarios a la maduración y el crecimiento. Se recomienda universalmente realizar una pesquisa para dislipidemia a los 10 años (entre 9 - 11 años) con el fin de obtener resultados más confiables que nos permitan establecer un pronóstico real y evitar los falsos negativos en edades puberales. 
Si el paciente presenta cifras de LDL-C ≥ 250 mg/dL, referirlo a un especialista en lípidos.  Todos los niños con niveles de LDL-C ≥ 130 mg /dL requieren iniciar un plan de alimentación instaurado por un especialista en nutrición, siguiendo las recomendaciones indicadas para la población general.  La educación dietética es la clave del éxito en este grupo etario y puede colaborar en la difusión del cambio de hábito de vida saludable en el resto del grupo familiar. 
El significado de los niveles elevados de triglicéridos (TG) en la niñez y su asociación a enfermedad cardiovascular en la adultez no está claramente establecido.  Sin embargo, valores de triglicéridos > 200 mg/dL se relacionan con obesidad y responden bien a la corrección del sobrepeso y sedentarismo.  Se recomiendan modificaciones de la dieta con disminución del consumo de grasa y azúcares simples e incremento del consumo de ácidos grasos omega 3 en pescados y alimentos enriquecidos.
El síndrome metabólico en niños confiere un incremento significativo para enfermedad cardiovascular, comportándose como un proceso de aterosclerosis acelerada y dislipidemia asociada; algunos estudios han confirmado una fuerte asociación entre la obesidad infantil con el desarrollo de resistencia a la insulina y un incremento del riesgo cardiovascular.  El valor normal de triglicéridos, se establece según la edad del paciente pediátrico estudiado: 0–9 años, entre 75 – 100 mg ≥10 años, entre 90 – 130 mg.
La evidencia como base para la intervención terapéutica en niños con dislipidemia es muy limitada y controversial, las recomendaciones se basan mayormente en consensos de expertos en el tema o en estudios de corto y mediano plazo aleatorios, que se han conducido para el uso de las estatinas. En general, todos los estudios en niños, niñas y adolescentes, sugieren el uso de medicamentos en los pacientes con hipercolesterolemia familiar homocigota o en los varones púberes mayores de 10 años y en las adolescentes postmenárquicas, cuyos niveles de LDL-C persisten elevados tras la falla de las recomendaciones dietéticas previas. 
Estos pacientes deben presentar un valor de LDL-C > 190 mg /dL o LDL-C > 160 mg /dL asociado con una fuerte historia familiar de enfermedad cardiovascular o a la presencia de dos o más factores de riesgo individual (HDL bajo, tabaquismo, obesidad, hipertensión o diabetes) y sin evidencia de contraindicación para la terapia médica, como enfermedad hepática o miopatías.
Actualmente están definidos los siguientes factores de riesgo:
Factores de riesgo alto
• Obesidad IMC > p97(percentil 97) mórbida, IMC superior 35
• Tabaquismo activo
• Hipertensión arterial en tratamiento
• Enfermedades de alto riesgo (descritas anteriormente) Factores de riesgo moderado
• Hipertensión arterial que no requiera tratamiento.
• Obesidad IMC ≥ p95 < p97
• HDL–C < 40 mg/dl / 35 mg/dL
• Enfermedades de riesgo moderado (descritas anteriormente)
Los niños que requieren tratamiento farmacológico han de ser manejados por especialistas experimentados en esta área.  Ellos demandan controles a largo plazo y el monitoreo estrecho, haciendo énfasis en las interacciones entre los factores de riesgo descritos.  Existen varias alternativas farmacológicas en el tratamiento; el medicamento debe ser seleccionado de acuerdo con el tipo de dislipidemia, edad del paciente y los posibles efectos secundarios. 
Recomendaciones finales
Como se ha mencionado anteriormente, el proceso aterosclerótico comienza en la niñez.  La disminución de los factores de riesgo en el paciente o su intensidad está asociada con la reversión de las anormalidades vasculares en niños, por ello es fundamental la identificación y tratamiento del paciente de alto riesgo.  En nuestro país existen pocos datos epidemiológicos para determinar la magnitud del problema. Un punto importante es el estudio de los padres en el niño con dislipidemia.  Las estrategias dirigidas a la reducción de los factores de riesgo, deben incluir a todo el grupo familiar, en lo referente a la adquisición de hábitos de vida saludables. Es fundamental exaltar a la comunidad en general y a la escolar en especial a la educación preventiva que abarque las recomendaciones para disminuir la presencia de factores de riesgo en nuestra población joven.


Fuente:
Avances Cardiol 2014;34(Supl 2):S101-S108
http://svcardiologia.org/es/images/documents/Avance_Cardiologico/2014/Suplemento-2_2014/08_Capitulo_8_101-108.pdf


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