jueves, 22 de febrero de 2018

Factores influyentes en el comportamiento alimentario infantil


Las características del consumo de alimentos por parte de la población representan un riesgo para su estado nutricional y, por ende, para su estado de salud. Cada vez más, los patrones alimentarios se alejan de las recomendaciones; esta problemática es aún más alarmante en la infancia, dado que la alimentación en ese grupo etario es esencial para el crecimiento normal y para la prevención de enfermedades en etapas posteriores de la vida. 
A causa de lo anterior surge la necesidad de cambiar los patrones alimentarios de la población. Razón por la cual se hace importante comprender los múltiples aspectos que hoy en día son reconocidos como influyentes en el comportamiento alimentario. Dicha comprensión facilitaría tanto la identificación de potenciales soluciones, como el planteamiento de nuevos cursos de acción en promoción de la salud y prevención de la enfermedad.
En vista de lo anterior, hay un claro reconocimiento de la importancia del comportamiento alimentario, en especial en la población infantil. Esto porque es en esta etapa de la vida donde se definen las bases de la conducta para etapas posteriores; de ahí que, aquellas actividades rutinarias, tengan una alta probabilidad de mantenerse a través del tiempo. En el caso del consumo de alimentos, generará per se efectos positivos o negativos en el estado nutricional de la población adulta venidera.
Características individuales
Esta categoría abarca aquellas condiciones particulares con las cuales el individuo hace una lectura de su medio externo. En el caso de las diferencias por género, las niñas tienden a consumir más frutas y verduras que los niños, aunque son más susceptibles a las marcas, incrementando su consumo promedio hasta en 100 calorías cuando los alimentos tienen determinadas etiquetas. Actualmente, se reconoce que el género femenino no se basa únicamente en el criterio del sabor para escoger alimentos, sino también en cuestiones como apariencia e implicaciones para la salud. Mientras que en el caso de los niños, las decisiones alimentarias se basan en el sabor y placer antes que en la salud.
Entre otras condiciones particulares del individuo, se ha identificado que el estado nutricional está relacionado con ciertos factores que promueven un mantenimiento del mismo; es el caso de la asociación de niños con sobrepeso y mayor exposición a alimentos no saludables, así como la mayor sensibilidad de estos a la publicidad. Lo cual implica que su mismo estado nutricional puede constituir un factor influyente para las características del consumo de alimentos.
Con relación a la lectura que el individuo hace de su medio externo, la memoria es uno de los factores más importantes que guían la elección y el consumo de alimentos. Cuando un consumidor elige un alimento usa la información memorizada y la experiencia pasada que tuvo con ese alimento. Una experiencia negativa puede desarrollar un disgusto o una barrera para familiarizarse con el alimento; sucede todo lo contrario en el caso de un recuerdo positivo.
Sin embargo, hay que destacar que, en los niños, la sensibilidad es la llave para la memoria de alimentos; por ello, la memoria está influenciada en gran medida por los sentimientos, más que por el conocimiento. Actualmente, se reconoce que la emocionalidad tiene una gran influencia sobre el consumo. Basado en ello, existen estudios que hacen referencia a la asociación del consumo con emociones; esto se explica por mecanismos psíquicos que afectan las señales del sistema neuronal con respuestas inhibitorias o excitatorias, las cuales van a orientar la decisión frente al consumo.
Así mismo, en el caso del consumo de comidas rápidas, los niños perciben la misma como comida divertida, asociada a tiempos sociales y fiestas animadas; esto sin dejar de lado el efecto de los juguetes que muchas veces se incluyen en este tipo de menús, hecho por el cual se asocia comidas rápidas con regalos. De igual manera, los niños rechazan alimentos que puedan causarles síntomas asociados a una experiencia negativa pasada, como acidez, distención, dolor abdominal o cualquier otra condición que genere un resultado negativo en la salud. De ahí que una de las categorías que explica el rechazo se basa en el en el peligro que se estima después de la ingesta de un alimento.
Finalmente, cabe destacar que no solo la imagen construida de los alimentos guía la decisión, sino que también la valoración de recursos realizada en la decisión de consumirlos. Por ello, los niños tienen en cuenta aspectos como el tiempo, la priorización de actividades, el esfuerzo y las habilidades para la preparación, así como el beneficio inmediato de la elección en el momento de decidir qué come.
Factores externos
Los patrones alimentarios de los niños deben ser comprendidos en el contexto de sus experiencias vividas. Por ende, se resalta la importancia de reconocer los factores externos inmersos en dicho contexto, los cuales están relacionados tanto con las personas y el ambiente alrededor del consumo, como con los alimentos.
Las prácticas culturales se transmiten de una persona a otra, la aceptación de un alimento incrementa en los niños cuando es modelada por adultos, profesores y otros niños. Esto más aún, si se tiene en cuenta que la selección de los alimentos, durante los primeros años de la vida, depende de las actitudes y de las elecciones hechas por los padres y/o cuidadores encargados de la alimentación.
La investigación en el tema deja claro que es eminente la influencia de padres frente al consumo, dado que dan reglas, dan información y modelan el comportamiento; por lo tanto, influyen en la disponibilidad del alimento en el hogar y en los sentimientos de aprobación o ejemplo de las relaciones con el alimento. Los padres influyen en las elecciones de alimentos, por parte de los niños, a través de su presencia en los tiempos de comida, la inclusión de diversas preferencias alimentarias dentro de los menús diseñados en casa, esfuerzo y habilidades de preparaciones de alimentos, así como por aspectos concernientes a salud y finanzas del hogar.
No obstante, hay una condición numerosamente documentada y es la referente a la mediación que hace el padre entre el alimento y el consumo por parte del niño, la cual frecuentemente es asociada a una estrategia de presión. Las estrategias que utilizan los padres para favorecer el consumo abarcan estímulos neutrales, razonamientos, premios, chantajes y presión. Sin embargo, los resultados de estas estrategias no siempre son los mejores; en los resultados del estudio realizado por Orell y cols., se identificó que ante dichas tácticas el 2% come sustancialmente más, 35,5% come moderadamente más, 41,5% come pocas cucharadas más y el 17% no come más.
Ahora, los niños con rechazo alimentario se correlacionan en su mayoría con las tácticas de presión y amenazas de quitar privilegios de alimentos y juegos. En un estudio retrospectivo de adultos, los participantes reportaron que durante la niñez tuvieron experiencias de presión para comer, que los condujeron a un desagrado continuo por esos alimentos. Por lo tanto, la presión no es una buena opción para promover el consumo; esta genera una baja ingesta, mientras que la prohibición de alimentos aumenta el deseo. La presión para comer predice comentarios negativos acerca de la comida, así como una tendencia hacia el rechazo. Por su parte, los estímulos neutrales, las recompensas y los elogios están más relacionados con la aceptación del alimento.
De otro lado, cabe destacar que el consumo de alimentos y bebidas no responde exclusivamente a las necesidades biológicas de energía y nutrientes, sino que también juega un rol en la consolidación de amistades, demostración de cariño y amor, así como afirmación de una identidad cultural o etaria. Los alimentos se ingieren no solo para satisfacer una necesidad nutricional, también desde una dimensión social permiten imitar hábitos de alimentación de profesores y de pares. Comer en sociedad conduce a patrones de ingesta diferentes a los que se dan cuando se come solo. En el caso de niños con sobrepeso está documentado que el contexto social impacta en el consumo de alimentos: los niños con sobrepeso comen menos cuando están acompañados, mientras que los niños con peso adecuado comen más.
En otro orden de cosas, existen factores ambientales, más allá del núcleo social, que intervienen en la decisión de consumo. La disponibilidad de alimentos en los entornos cercanos a los niños, como es el caso de la variedad de productos ofrecidos en las tiendas escolares (cantinas), termina influyendo en su elección. Algo muy parecido ocurre también en sus hogares. De hecho, una barrera para el consumo de alimentos saludables es la alta disponibilidad que tienen los niños a comidas poco saludables (altas en grasa y azúcar).
Esa disponibilidad se ve influenciada por otros componentes de inseguridad alimentaria, tales como condiciones socioeconómicas adversas, en las cuales se ha visto que los niños pueden tener un sobreconsumo de alimentos, cuando estos ocasionalmente están disponibles. En este caso, es un asunto no solo de disponibilidad, sino también de acceso.
Con relación a la influencia de los modelos, explicada en el recuento del entorno social, se ha demostrado que los niños que comen sin compañía, son quienes ven significativamente más televisión. A causa de esta situación, la televisión se ha convertido en un modelo y aspecto de gran influencia en las decisiones alimentarias de este grupo de edad.
Los escolares que ven más televisión son los que manifiestan un mayor porcentaje de consumo de alimentos de bajo valor nutricional (productos de paquete, refrescos, dulces, entre otros). Está bien documentado que los niños son receptivos y sensibles a las campañas publicitarias, de ahí que la industria de alimentos haya tenido un impacto determinante en las preferencias y comportamientos alimentarios de estos.
Los niños son bombardeados de publicidad, no solo en televisión, sino también en etiquetas, aplicaciones móviles, avisos en las calles, radio, entre otros, que les dicen qué, dónde y cómo comer. Los niños son expuestos a 40.000 avisos de publicidad de alimentos al año, de los cuales el 98% promociona alimentos ricos en grasa, sodio y azúcar. En consecuencia de ello, el impacto reconocido que tienen hoy día las marcas y los logos sobre el consumo de alimentos.
Llegado a esto punto, otro factor externo al que debe hacerse referencia es el relacionado con las características propias de los alimentos. Cuando los niños gozan de libertad para seleccionar preparaciones, su elección no está dictada por atributos para su salud, sino por sus preferencias gustativas. Diversos estudios muestran que condiciones del alimento como el sabor, la apariencia y el olor influyen de forma directa en la ingesta. A partir de esto, la investigación en el tema ha permitido identificar mayor aceptación de ciertas métodos de cocción de verduras, tales como el vapor, dado que exaltan menos el sabor que otros, como es el caso del horneado; así, como se reconoce que texturas granulares y los colores oscuros tiene una mayor posibilidad de rechazo.
En el caso de frutas y verduras, los niños tienden a elegir más las frutas por su sabor y textura, mientras que el sabor puro de los vegetales no es bien aceptado; este puede mejorar en combinación con otros alimentos. Cuando se relaciona un sabor agradable para los niños con un sabor de poca aceptabilidad, el sabor agradable puede enmascarar el segundo y eso influencia la aceptabilidad de este último. De ahí pues, la relevancia del sentido del gusto.
En esta línea, la presentación visual de un alimento es un determinante importante para su consumo, esto involucra tanto colores, como tamaños, formas y disposiciones en el plato. Por ejemplo, se han encontrado marcadas preferencias por alimentos en corte juliana y la presencia de figuras decorativas en las comidas. Para el caso del tamaño, aquellas porciones grandes pueden disminuir tanto el gusto, como en el deseo por el alimento. El efecto del tamaño en la disminución del gusto puede relacionarse con la magnitud de la estimulación oral, mientras que el deseo disminuye con las repetidas oportunidades ante dicha sensación.
Para ilustrar la influencia de la presentación, los niños reportan que la comida rápida tiene mejor apariencia que la comida sana; igual comportamiento se observa en su opinión con respecto al olor, el cual refieren es mejor en la comida rápida que en aquella comida saludable. Esta situación debe considerarse, si se tienen en cuenta que el olor es uno de los componentes que genera un gusto, anticipado al placer, lo cual influye en los mecanismos de regulación del apetito.
Estrategias para favorecer un consumo saludable
Como parte de estrategias mediadoras que buscan intervenir entre aquellos factores externos e internos, para así influir en la conducta alimentaria, la literatura reporta diversas actividades tales como huertas escolares, programas de educación alimentaria, campañas con caricaturas, entre otras. Todos estos alimentos que generan una mayor disposición para consumir algunos.
A pesar de que los niños demuestran conocer y diferenciar los alimentos saludables de los no saludables, tienen una definida preferencia por las opciones menos saludables. En consecuencia, una gran cantidad de autores han concluido que los conocimientos nutricionales no son la explicación principal de la elección de un alimento. Sin embargo, hay una gran cantidad de intervenciones publicadas que dan cuenta de la educación alimentaria como estrategia implementada. 
La educación es una herramienta exitosa para conseguir un incremento del conocimiento en alimentación saludable en niños y, en algunos casos, la disminución de consumo de alimentos poco nutritivos. No obstante, hay discusiones con respecto a si los cambios inmediatos son sostenibles en el tiempo.
En este punto, la medición del consumo tras recibir educación alimentaria es de gran relevancia. Sin embargo, en la revisión realizada se identifican investigaciones que reportan una alta probabilidad de elección saludable, pues, más que medir el consumo, evaluaban por cuestionarios las percepciones tras la intervención o presentaban el alimento e identifican si los niños decidían probar; es decir, evaluaban la intención. De ahí que el estudio de las características reales tras la intervención sea una cuestión aún por precisar.
Ya del lado de las técnicas encontradas para realizar las intervenciones, se evidencian juegos, actividades magistrales dentro de las aulas de clases, huertas escolares, dinámicas que incluyen probar alimentos, entre otras. No obstante, vale la pena detenerse en las dos últimas por combinar otro tipo de estrategias adicionales a la transmisión de conocimiento. En el caso de la experiencia sensorial de probar alimentos no familiares se disminuye la neofobia y se incentiva a probar nuevos alimentos saludables. Así mismo, en el caso de las huertas, hay que destacar que el impacto de la exposición no es solo gustativo, pues diversos estudios reportan que el hecho de visualizar el alimento en reiteradas oportunidades puede favorecer la aceptación o la decisión de consumirlo en algún momento.
El estudio del comportamiento alimentario implica un abordaje multifactorial y transdisciplinar. La revisión aquí expuesta permite el reconocimiento de múltiples aspectos influyentes en el patrón de consumo de alimentos. Lo cual, evidentemente, requiere el abordaje desde distintos campos del conocimiento y el aporte articulado de cada uno de ellos.
Se necesita profundizar en la comprensión más que en el mero diagnóstico del consumo. La literatura consultada permite evidenciar una preocupación por las cantidades y características de alimentos consumidos, así como por las condiciones bajo las cuales se consumen y todo aquello que hay detrás de la elección. En ese sentido, indagar sobre compañías de consumo, sitios de consumo, emociones y experiencias relacionadas, entre otros factores, brinda un contexto de factores que es necesario incluir en el reconocimiento de las condiciones de consumo de alimentos por parte de la población. Tener en cuenta este aspecto aplica tanto para profesionales que caracterizan constantemente el comportamiento alimentario individual, como para aquellos encargados de la formulación de políticas en el tema.
En cuanto a condiciones del entorno, llama la atención cómo los modelos sociales y las experiencias previas se interiorizan en la memoria de los individuos, constituyéndose luego en un insumo individual que influencia la decisión de consumo de alimentos. Esto implica, por ejemplo, que reconocer las diferencias en las experiencias a los que son expuestos los niños, en cuanto a alimentos de alto y bajo valor nutricional, podría dar elementos para facilitar la adopción de hábitos alimentarios saludables.
En esa misma medida, el análisis de los factores expuestos sugiere la intervención basada en ambientes sociales, modificación de características organolépticas de las preparaciones ofrecidas, estrategias que toquen la dimensión de la experiencia y las emociones que despierta un tiempo de comida, uso de diversas alternativas de comunicación, entre muchas otras opciones que favorezcan una alimentación saludable y, por ende, un beneficio para la sociedad de hoy día. 



Fuente:
Mónica del Pilar Díaz-Beltrán (2014)
Factores influyentes en el comportamiento alimentario infantil
Rev. Fac. Med. 2014 Vol. 62 No. 2: 237-245.
http://www.scielo.org.co/pdf/rfmun/v62n2/v62n2a10.pdf


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