jueves, 18 de abril de 2019

Los conflictos alimentarios en nuestra sociedad actual


Según señala la Food and Agriculture Organization (FAO), el derecho a una alimentación adecuada es un derecho humano internacional que existe desde hace ya tiempo y al que se han comprometido muchos países, pero que está lejos de haberse cumplido.

En la última década, diferentes países han desarrollado e implementado re­formas constitucionales, leyes nacionales, estrategias, políticas y programas que tienen como objetivo el cumplimiento del derecho a la alimentación para todas las personas.
A nivel mundial, el derecho a una alimen­tación adecuada ha sido un derecho humano legalmente vinculante en el derecho interna­cional desde hace más de treinta cinco años y, desde entonces, se han otorgado garantías jurídicas adicionales a grupos específicos, como las mujeres, los niños y las personas con discapacidades.
En el año 2004, los Estados miembros de la FAO aprobaron por consenso las “Directrices voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional”, que ofrecen orientación práctica sobre la forma de aplicar el derecho a una alimentación adecuada en una amplia gama de áreas de políticas y pro­gramas.
Más recientemente, las “Directrices voluntarias sobre el gobierno responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad ali­mentaria nacional” o el “Reto Hambre Cero” de las Naciones Unidas, priorizan el cumpli­miento del derecho a la alimentación.
Sin embargo, según esta misma organi­zación, hay más de 793 millones de personas que se van a dormir con hambre todas las noches. También ha aumentado el número de niños y niñas que no almuerzan antes de ir al colegio, así como las iniciativas sociales y no gubernamentales que reparten comida en las escuelas. Sin embargo, y debido a su carácter jurídicamente vinculante, la reali­zación del derecho a una alimentación ade­cuada no se debería cumplir a través de las acciones asistencialistas o la beneficencia.
Los habitantes de nuestro país actualmente luchan por su supervivencia en medio de una alta inflación, 66% de pobreza, 280.000 niños en riesgo de desnutrición grave, 30% de mortalidad infantil, 65% de mortalidad materna; precaria infraestructura de salud, medicina, suministros médicos, vacunas y una escalada de violencia sin precedentes (ENCOVI, 2018; Panis y col, 2019). 
El derecho a la alimentación es un derecho humano de cada mujer, hombre, niña y niño que ha de cumplirse con acciones apropiadas de los gobiernos y los actores no estatales. Este fenómeno ha derivado en un incremento importante de las desigualdades en términos de acceso y disponibilidad de alimentos, así como en el aumento de los conflictos entre familias y comunidades por el acceso a las ayudas sociales (becas, programas –sistema- de alimentación escolar, bolsas de alimento, por ejemplo).
Además, los conflictos alimentarios tie­nen otra cara más sutil, que va más allá de las desigualdades macroeconómicas en el acceso y disponibilidad de los alimentos. Se denominan microconflictos alimenta­rios, siguiendo el esquema micro-macro de las teorías sociológicas.
A diferencia de los anteriores (que podríamos denominar macro­conflictos alimentarios), los microconflictos alimentarios serían aquellos que se caracteri­zan por la no homogeneidad, la lógica de la separación y del intercambio; en los que pre­valece más el individuo que el grupo (aun­que sin desvincularse de él ni de la estructura social que lo determina), y que tendrían que ver con la dimensión más personal, interna y simbólica de las elecciones alimentarias.
Nos referimos, más concretamente, a las nu­merosas contradicciones que sitúan a nuestro comensal cotidiano en una situación difícil y/o conflictiva a la hora de elegir qué y cómo comer en un espacio socioalimentario como el nuestro, caracterizado por una gran escases, poca disponibilidad y variedad sin precedentes, pero también mercanti­lizado y biopolitizado.
Desde pequeños, a los niños y las niñas se les empieza a transmitir responsabilidades. Desde este momento, se pueden ir presentando conflictos personales relacionadas con las exigencias y/o expec­tativas que van asumiendo e interiorizando desde el orden socioeducativo más amplio (familia, grupo de amigos y amigas, escuela, medios de comunicación, etc.) y que tienen que ver, en el caso concreto de la alimen­tación, con aspectos tan diversos como: qué alimentos se consideran buenos o malos para la salud; qué alimentos y cómo comer para alcanzar una imagen estética y corporal ideal; qué y cómo comer para aprender a re­lacionarse con los demás y en los diferentes contextos y ámbitos de la vida personal-la­boral-familiar, etc. En definitiva, qué y cómo comer para alcanzar el éxito social.
Ahora mismo, en nuestra sociedad actual tenemos desde alimentos fáciles de cocinar que nos sirven para ahorrar tiempo en una sociedad marcada por las prisas, el estrés co­tidiano y la productividad, a productos que vienen a paliar, precisamente, los efectos de todo eso y que fomentan el placer y la como­didad.
Asimismo, junto a la oferta homogenei­zadora tenemos iniciativas privadas y sociales que buscan dar al alimento y a su consumidor identidad y distinción. A su vez, también te­nemos alimentos funcionales e iniciativas ecológicas que pretenden mejorar nuestro estado de salud.
No obstante, este amplio abanico de posibili­dades comporta a menudo contradicciones como la promoción de productos estéticos que rebaten el discurso médico-nutricional y de salud.
De hecho, diversos estudios han puesto de manifiesto las controversias en las que muchos padres se encuentran a la hora de educar alimentaria­mente a sus hijos e hijas.
En definitiva, parece que comer en función del gusto, las preferencias, la salud, la estética o los recursos económicos, sin que ninguno de estos criterios se contradiga, no es fácil y pone al comensal cotidiano en una difícil tesitura, a menudo generadora de controversias y conflictos, sobre la que pensamos que es necesario intervenir, educar.
Fuente:
Eva Zafra Aparici (2017).  Educación alimentaria: salud y cohesión social. Salud Colectiva. 13(2) 295-306. Universidad Nacional de Lanús. doi: 10.18294/sc.2017.1191

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