Durante muchos años, la pobreza ha sido
el móvil para la formulación de las políticas sociales orientadas a mejorar la
calidad de vida de los ciudadanos, a través del fortalecimiento de capacidades,
para así lograr el desarrollo en áreas como la educación, la salud, la
nutrición, entre otras.
Ante el deterioro socioeconómico en el
país y la ausencia de cifras oficiales sobre indicadores económicos y sociales,
las universidades Simón Bolívar (USB), Católica Andrés Bello (UCAB) y Central
de Venezuela (UCV) realizaron un estudio nacional sobre las condiciones de vida
del venezolano (USB, UCAB y UCV, ENCOVI 2015), el cual reportó cifras
alarmantes sobre pobreza, reflejadas en 73 % de pobreza general y dentro de
este indicador el 49 por ciento se ubicó en el nivel de pobreza extrema para el
año 2015, y para el año 2016 la pobreza extrema se ubicó en 33,9%, y la pobreza
en general en 88,3 % ENCOVI, 2016).
La pobreza es un fenómeno de privación
de libertades al ser humano, debido a que impone limitaciones al uso eficiente
de los medios, al fortalecimiento de las capacidades y al logro de las
libertades. Estas libertades, en el ámbito alimentario y nutricional, podrían
interpretarse como un óptimo estado nutricional y de salud, producto del acceso
y aprovechamiento adecuado de los alimentos, lo que permite el desarrollo individual
y colectivo.
La condición de pobreza en un hogar
tiene relación con la alimentación, porque en la medida que disminuyen los
ingresos es mayor el porcentaje que se destina a la adquisición de alimentos.
Es por esto que la pobreza por ingresos se mide desde una de las dimensiones de
la seguridad alimentaria en el hogar, es decir, desde el acceso económico a un
grupo de alimentos que cubren los requerimientos nutricionales de un hogar de
cinco miembros en promedio. De lo anterior se deduce que un hogar que no tiene
acceso a la canasta alimentaria normativa vive en condiciones de pobreza
extrema.
La Canasta Alimentaria Familiar se ubicó en Venezuela, en el mes
de abril, en 867.722,05 bolívares, lo que representa un aumento de 95.157,75
bolívares (12,3%) con respecto a marzo. El informe mensual del Centro de
Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros
(Cendas-FMV) indicó que subió 369,3% entre abril de 2016 y abril de 2017.
"Se requieren 21,4 salarios mínimos (40.638,15 bolívares) para poder
adquirir la canasta, para una familia de cinco miembros: 28.925,73 bolívares
diarios". [El Nacional. http://www.el-nacional.com/noticias/economia/canasta-alimentaria-abril-aumento-867772-bolivares_182746].
Mientras que el salario mínimo pasó a 65.021 y el caculo del
cesta ticket (15 UT/día) para un total de salario mínimo integral a partir del
01 de mayo de Bs. 200.021.
Dimensiones
de la seguridad alimentaria
La seguridad alimentaria es concebida
como un estado en el que los miembros de un hogar tienen acceso físico y
económico a suficientes alimentos en cantidad y calidad durante todos los días
del año. Estos deben estar acorde a la cultura alimentaria y ser aprovechados biológicamente
para lograr un estado nutricional y de salud adecuado (FAO, 2006).
Garantizar la seguridad alimentaria en
la población y, en especial, en los grupos socialmente vulnerables, se ha
convertido en un reto para los países del mundo. Las metas principales son la
reducción de la pobreza y el hambre, junto a otros objetivos que garantizan el
desarrollo sostenible y a otros asociados, como los relacionados con educación,
saneamiento ambiental y salud (ONU, 2015).
Las etapas tempranas de la inseguridad
alimentaria pueden ser captadas a través de métodos cualitativos, que permiten
detectarla desde que el individuo percibe que se encuentra en vulnerabilidad
alimentaria. Por ejemplo, cuando se observa que el ingreso económico no es suficiente
para comprar alimentos para todos los miembros del hogar o que un adulto o niño
no come la cantidad y calidad de alimentos que desearía.
En el caso de los niños, esta
percepción de inseguridad alimentaria se manifiesta en situaciones como «cuando
está solo, no come», «jugar o ir a dormir para olvidar el hambre», «falta de
agua-luz-gas», «tristeza-preocupación-desesperación», «trabajo infantil»,
«apoyo en redes familiares», ente otros.
El adulto mayor también expresa
vulnerabilidad alimentaria a través de situaciones como «el no poseer suficientes
recursos económicos para comprar sus alimentos», «tener limitaciones físicas y cognitivas
para alimentarse bien», «dejar de comer cuando siente tristeza o abandono
familiar», «sacrificar la compra de alimentos por la necesidad de comprar medicamentos»,
«no contar con ayuda social para la compra de alimentos», entre otras.
El método cuantitativo permite medir la
cantidad de alimentos disponibles en el país y en el hogar, la capacidad de
compra de los alimentos y las variables ambientales y biológicas que permiten
aprovecharlos. Desde este enfoque, la seguridad alimentaria en Venezuela presenta
las siguientes características:
Disponibilidad
de alimentos
La disponibilidad de alimentos nacional
en un país, se reporta en términos de cantidad de calorías y nutrientes como
proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y minerales. El aporte de estos se
compara con la necesidad promedio por persona, por día, con la finalidad de establecer
si son suficientes.
Es importante destacar que, para el año
2012, en el país comenzó el notorio fenómeno de la escasez de alimentos, que
desde entonces se ha acentuado, alcanzando cifras en el 2015-2016-2017 nunca
antes registradas en el país. Esta disponibilidad calórica está compuesta en un
66 por ciento por alimentos como cereales, grasas y azúcares (INN, 2010, 2013),
patrón asociado al desarrollo de enfermedades cardiometabólicas como obesidad,
diabetes e hipertensión arterial, principales causas de mortalidad en la
población venezolana (MPPS, 2012-2015). También se rescata de la disponibilidad
alimentaria, que es adecuada en proteínas, vitaminas y minerales como el
hierro, pero inadecuada en calcio (INN, 2013).
Un aspecto que resulta interesante es
que la mejora de la disponibilidad de alimentos tiene un fuerte componente de
importación hasta el año 2013, pero hacia el año 2015 se produce una fuerte
crisis de abastecimiento que impone restricciones a la población en el acceso a
los alimentos.
De acuerdo a ENCOVI (2016): se
desploma la compra de alimentos; existe un cambio brusco en el patrón de
alimentación, hortalizas y tubérculos desplazan a las proteínas de alto valor
biológico (sustituciones); se acentúa la desigualdad en la calidad y cantidad
de la alimentación (acceso, disponibilidad y seguridad muy comprometida); aproximadamente
9,6 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día (el desayuno es
la comida del día que se omite 22%, y muy pocos meriendan); 93,3% de los
hogares el ingreso no les alcanza (inseguridad alimentaria); 74,3% de los
entrevistados refieren pérdida de peso no controlada (8,7Kg) en el último año y
los más pobres 9 Kg; La alimentación esta en terapia intensiva?.
El acceso físico y
económico a los alimentos
Se puede afirmar que esta es una de las
dimensiones más afectadas de la seguridad alimentaria
en Venezuela, considerando la tendencia decreciente del salario real del
venezolano; la alta escasez de alimentos que se ha producido desde el año 2012
ha alcanzado cifras de 30 por ciento en el año 2014. Esto, acompañado por una
alta inflación general (62,17 por ciento) y alimentaria (102 por ciento) (INE,
2014).
El diputado y economista José Guerra, señala que la inflación acumulada durante el
primer cuatrimestre del año 2017, en el país alcanzó el 92,8 %, un dato que
ofrece el Legislativo en ausencia de datos del Banco Central (BCV). La
inflación de abril fue 16,5 %, la de marzo 16,2 %, la de febrero 20,1 % y la de
enero 18,6 %. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha pronosticado que la
inflación seguirá desbocada y prevé que se ubique en 720 % para este año y
hasta un 2.000 % en 2018. [https://www.el-carabobeno.com/jose-guerra-venezuela-acumula-inflacion-928-lo-va-2017/].
De las dimensiones anteriores
(disponibilidad y acceso) depende el consumo de alimentos y este puede medirse
por: la adquisición de alimentos (consumo aparente), a través de la encuesta de
seguimiento al consumo de alimentos (ESCA) (INE, 2014b) y por el consumo real,
medido a través de la encuesta nacional de consumo de alimentos (ENCA) (INE,
2013b).
La ESCA (INE, 2014b) refleja que la
adquisición de alimentos como harina de maíz precocida, arroz, carne de res,
azúcar y pasta, disminuyó entre los años 2003 y 2014, incrementándose la
adquisición de pollo, patilla y cambur.
El patrón de consumo de alimentos
reportado por Encovi, para los años 2014 y 2015, refleja que en la medida que
disminuye el ingreso económico, el patrón de consumo de alimentos es monótono y
compuesto por alimentos de alta densidad calórica, como los cereales, bebidas
azucaradas y grasas. Lo contrario se observa en los estratos medios y alto, quienes
reflejan mayor consumo de alimentos de buena calidad, como frutas, vegetales y los
proveedores de proteínas, entre ellos el pescado (USB, UCAB, UCV, 2015).
Los datos anteriores coinciden con lo
reportado en la ENCA (INE, 2013b), según la cual los principales alimentos
consumidos por la población venezolana son los cereales y las bebidas no
alcohólicas, es decir, bebidas azucaradas, cuyo consumo excesivo está asociado
a enfermedades cardiometabólicas. Según esta encuesta, el consumo de calorías
es adecuado hasta los 29 años, en proteínas hasta los 60 años y es alta en
carbohidratos, adecuada en hierro e insuficiente en calcio.
Por otro lado (ENCOVI, 2016), reporta
un cambio importante en el consumo general, donde se evidencia un cambio en el patrón de compra reciente,
donde las hortalizas y tubérculos desplazan a las carnes y pollo, con serias
consecuencias para la salud presenta y futura.
Aprovechamiento
biológico de los alimentos
Este va a depender de factores como la
calidad de los nutrientes, las condiciones higiénicas de los alimentos,
saneamiento ambiental, condiciones de salud del individuo, entre otros.
De esta dimensión se puede destacar que
la población venezolana presenta mejoras en las condiciones sanitarias desde el
punto de vista cuantitativo (INE, 2011), pero no cualitativo. Es decir, que a
pesar de que la infraestructura para el suministro del agua, electricidad y
servicios sanitarios ha mejorado, el servicio de calidad y frecuencia sigue teniendo
grandes retos.
Pero los indicadores de salud en la
población se han deteriorado drásticamente en los últimos cinco años. En
materia de inocuidad de alimentos se cuenta con un marco legal que no se
traduce en acciones públicas concretas.
Todo lo anterior ha generado lo que
denomina Dunn (2008) un «problema tipo fin»,
de gran magnitud y de alto riesgo para la población, como es el problema de la
doble carga de la malnutrición, reflejado en un estado nutricional con déficit
(desnutrición) y exceso (sobrepeso y obesidad).
La prevalencia de desnutrición global
en menores de 5 años fue de 3,4 por ciento para el año 2013 (INN, 2014). Este
valor, a pesar de ser más bajo que los años anteriores, es clasificado como una
prevalencia intermedia (y no baja), según
los parámetros establecidos por la Organización Mundial de
Salud (OMS).
Retomando la idea anterior, es importante
destacar que por encima de este valor se encontraban 15 entidades federales,
con la prevalencia de desnutrición más alta en Amazonas (8.63 por ciento) (FAO,
2013). También, para este año, el 13 por ciento de los niños menores de 5 años
presentó desnutrición crónica (baja talla para la edad) (FAO, 2013). No existen
datos disponibles sobre la deficiencia de hierro y otros micronutrientes
esenciales para la población venezolana.
Para el 2010, la malnutrición por
exceso (sobrepeso y obesidad) se presentó en 23 por ciento de niños de 7 a 17
años, y en 55 por ciento de los adultos (INN, 2010), lo que ha traído como
resultado el incremento de la morbimortalidad por enfermedades
cardiometabólicas como diabetes e hipertensión, que representan las primeras
causas de muerte en Venezuela (MPPS, 2015).
Políticas
públicas en alimentación y nutrición
Estas deben ser diseñadas para
garantizar la seguridad alimentaria y nutricional en todas sus dimensiones.
Para esto el Estado debe planificar estrategias que garanticen la producción,
distribución, consumo y aprovechamiento
biológico de los alimentos, estableciendo controles en cada una de las fases de
la cadena agroalimentaria y su entorno, de tal forma que el ciudadano cuente
con suficiencia cuantitativa, cualitativa y permanente.
Cuando el deber ser de las políticas
generales falla o estas no llegan a grupos específicos de alta vulnerabilidad,
el Estado se ve en la necesidad de implementar políticas compensatorias o de emergencia para atenuar
las consecuencias de la inseguridad alimentaria y nutricional. En Venezuela
estas políticas se han caracterizado por un alto gasto social, improvisación,
fallas en la calidad de la gestión y problemas para la sostenibilidad de los resultados.
Estas políticas también se han
caracterizado por ser predominantemente asistencialistas, limitadas,
susceptibles a corrupción, descontextualizadas, con un fuerte componente de
importación de alimentos e incapaces de garantizar el derecho a la alimentación
de los ciudadanos.
Dentro de las principales políticas
sociales compensatorias que han existido en Venezuela se pueden mencionar:
• Las que están dirigidas al grupo materno-infantil,
escolar, grupos especiales y son de índole económica, como becas o asignaciones
de cupones para la compra de alimentos;
• Las alimentarias, por ejemplo, que ofrecen
un alimento para complementar las calorías o algún nutriente de la dieta;
• Las nutricionales, como los suplementos
de vitaminas y minerales para prevenir deficiencias específicas y educación nutricional para prevenir y controlar la
malnutrición y las enfermedades asociadas a esta.
Desde 2003, estas políticas
compensatorias se han concentrado bajo la denominación de misión alimentación,
la cual ha contemplado subsidios generales y focalizados, según grupos poblacionales
vulnerables, y estrategias para la producción, comercialización, control y
aprovechamiento biológico de los alimentos.
La formulación y gestión de estos
programas compensatorios en Venezuela se ha hecho desde el Estado, sin contar
con el debido seguimiento y evaluación, con la participación de todos los
actores involucrados, en especial del beneficiario, quien puede aportar
información valiosa para optimizar estos programas sociales. Dicho esto, las
políticas deberían ser construidas por todos los actores involucrados, desde
las necesidades del beneficiario, con la capacidad técnica del Estado y la
asesoría de expertos.
Como resultado de lo anteriormente
expuesto, entre los años 2005 y 2008, el 64 por ciento de los alimentos
distribuidos por la misión alimentación eran importados y para el año 2011, el
gasto alimentario de los hogares en la misión alimentación, a nivel nacional, era
de 4,4 por ciento en Mercal y de 1,2 por ciento en PDVAL.
Los datos de ENCOVI, (2016),
plantean que
hemos llegado al techo en pobreza de ingreso o coyuntural
– La pobreza reciente o temporal
comienza a volverse estructural después de 3 años continuos de crisis
– Para el 2017 se van a mantener los
niveles de pobreza de ingreso y seguirá aumentando la pobreza estructural.
Sobre las Misiones Sociales:
– Por los datos de la pobreza que
muestra la ENCOVI no tenemos una política social que contenga el paso de
pobreza coyuntural a estructural. No tenemos programas sociales para impedir la
adecuación negativa de los hogares a la crisis de ingreso.
– Además del problema de diseño,
persisten los problemas de focalización.
– El programa social con mayor número
de beneficiarios sigue siendo el subsidio indirecto a los alimentos básicos
– El deterioro de la atención de barrio
adentro supone que la población debe estar más expuesta.
– El aumento de las transferencias
directas no es lo suficientemente grande como para suponer que hay un cambio de
orientación en la política social.
Fuente: Yngrid Candela
(2016). Seguridad alimentaria en Venezuela: una mirada desde el ciudadano
vulnerable. Cuadernos del CENDES-UCV. Año 33. N° 91. p.125-139.
Tercera época. Enero-Abril 2016. Disponible: http://www.redalyc.org/html/403/40347542008/
Doctora en Nutrición. Profesora-Investigadora del Área de Desarrollo y
Salud del Centro de Estudios del Desarrollo, Cendes, Universidad Central de
Venezuela
Correo-e: yngridcandela@gmail.com.
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