jueves, 22 de junio de 2017

Seguridad alimentaria en Venezuela

Durante muchos años, la pobreza ha sido el móvil para la formulación de las políticas sociales orientadas a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, a través del fortalecimiento de capacidades, para así lograr el desarrollo en áreas como la educación, la salud, la nutrición, entre otras.
Ante el deterioro socioeconómico en el país y la ausencia de cifras oficiales sobre indicadores económicos y sociales, las universidades Simón Bolívar (USB), Católica Andrés Bello (UCAB) y Central de Venezuela (UCV) realizaron un estudio nacional sobre las condiciones de vida del venezolano (USB, UCAB y UCV, ENCOVI 2015), el cual reportó cifras alarmantes sobre pobreza, reflejadas en 73 % de pobreza general y dentro de este indicador el 49 por ciento se ubicó en el nivel de pobreza extrema para el año 2015, y para el año 2016 la pobreza extrema se ubicó en 33,9%, y la pobreza en general en 88,3 % ENCOVI, 2016).
La pobreza es un fenómeno de privación de libertades al ser humano, debido a que impone limitaciones al uso eficiente de los medios, al fortalecimiento de las capacidades y al logro de las libertades. Estas libertades, en el ámbito alimentario y nutricional, podrían interpretarse como un óptimo estado nutricional y de salud, producto del acceso y aprovechamiento adecuado de los alimentos, lo que permite el desarrollo individual y colectivo.
La condición de pobreza en un hogar tiene relación con la alimentación, porque en la medida que disminuyen los ingresos es mayor el porcentaje que se destina a la adquisición de alimentos. Es por esto que la pobreza por ingresos se mide desde una de las dimensiones de la seguridad alimentaria en el hogar, es decir, desde el acceso económico a un grupo de alimentos que cubren los requerimientos nutricionales de un hogar de cinco miembros en promedio. De lo anterior se deduce que un hogar que no tiene acceso a la canasta alimentaria normativa vive en condiciones de pobreza extrema.
La Canasta Alimentaria Familiar se ubicó en Venezuela, en el mes de abril, en 867.722,05 bolívares, lo que representa un aumento de 95.157,75 bolívares (12,3%) con respecto a marzo. El informe mensual del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FMV) indicó que subió 369,3% entre abril de 2016 y abril de 2017. "Se requieren 21,4 salarios mínimos (40.638,15 bolívares) para poder adquirir la canasta, para una familia de cinco miembros: 28.925,73 bolívares diarios". [El Nacional. http://www.el-nacional.com/noticias/economia/canasta-alimentaria-abril-aumento-867772-bolivares_182746].
Mientras que el salario mínimo pasó a 65.021 y el caculo del cesta ticket (15 UT/día) para un total de salario mínimo integral a partir del 01 de mayo de Bs. 200.021.
Dimensiones de la seguridad alimentaria
La seguridad alimentaria es concebida como un estado en el que los miembros de un hogar tienen acceso físico y económico a suficientes alimentos en cantidad y calidad durante todos los días del año. Estos deben estar acorde a la cultura alimentaria y ser aprovechados biológicamente para lograr un estado nutricional y de salud adecuado (FAO, 2006).
Garantizar la seguridad alimentaria en la población y, en especial, en los grupos socialmente vulnerables, se ha convertido en un reto para los países del mundo. Las metas principales son la reducción de la pobreza y el hambre, junto a otros objetivos que garantizan el desarrollo sostenible y a otros asociados, como los relacionados con educación, saneamiento ambiental y salud (ONU, 2015).
Las etapas tempranas de la inseguridad alimentaria pueden ser captadas a través de métodos cualitativos, que permiten detectarla desde que el individuo percibe que se encuentra en vulnerabilidad alimentaria. Por ejemplo, cuando se observa que el ingreso económico no es suficiente para comprar alimentos para todos los miembros del hogar o que un adulto o niño no come la cantidad y calidad de alimentos que desearía.
En el caso de los niños, esta percepción de inseguridad alimentaria se manifiesta en situaciones como «cuando está solo, no come», «jugar o ir a dormir para olvidar el hambre», «falta de agua-luz-gas», «tristeza-preocupación-desesperación», «trabajo infantil», «apoyo en redes familiares», ente otros.
El adulto mayor también expresa vulnerabilidad alimentaria a través de situaciones como «el no poseer suficientes recursos económicos para comprar sus alimentos», «tener limitaciones físicas y cognitivas para alimentarse bien», «dejar de comer cuando siente tristeza o abandono familiar», «sacrificar la compra de alimentos por la necesidad de comprar medicamentos», «no contar con ayuda social para la compra de alimentos», entre otras.
El método cuantitativo permite medir la cantidad de alimentos disponibles en el país y en el hogar, la capacidad de compra de los alimentos y las variables ambientales y biológicas que permiten aprovecharlos. Desde este enfoque, la seguridad alimentaria en Venezuela presenta las siguientes características:
Disponibilidad de alimentos
La disponibilidad de alimentos nacional en un país, se reporta en términos de cantidad de calorías y nutrientes como proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y minerales. El aporte de estos se compara con la necesidad promedio por persona, por día, con la finalidad de establecer si son suficientes.
Es importante destacar que, para el año 2012, en el país comenzó el notorio fenómeno de la escasez de alimentos, que desde entonces se ha acentuado, alcanzando cifras en el 2015-2016-2017 nunca antes registradas en el país. Esta disponibilidad calórica está compuesta en un 66 por ciento por alimentos como cereales, grasas y azúcares (INN, 2010, 2013), patrón asociado al desarrollo de enfermedades cardiometabólicas como obesidad, diabetes e hipertensión arterial, principales causas de mortalidad en la población venezolana (MPPS, 2012-2015). También se rescata de la disponibilidad alimentaria, que es adecuada en proteínas, vitaminas y minerales como el hierro, pero inadecuada en calcio (INN, 2013).
Un aspecto que resulta interesante es que la mejora de la disponibilidad de alimentos tiene un fuerte componente de importación hasta el año 2013, pero hacia el año 2015 se produce una fuerte crisis de abastecimiento que impone restricciones a la población en el acceso a los alimentos.
De acuerdo a ENCOVI (2016): se desploma la compra de alimentos; existe un cambio brusco en el patrón de alimentación, hortalizas y tubérculos desplazan a las proteínas de alto valor biológico (sustituciones); se acentúa la desigualdad en la calidad y cantidad de la alimentación (acceso, disponibilidad y seguridad muy comprometida); aproximadamente 9,6 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día (el desayuno es la comida del día que se omite 22%, y muy pocos meriendan); 93,3% de los hogares el ingreso no les alcanza (inseguridad alimentaria); 74,3% de los entrevistados refieren pérdida de peso no controlada (8,7Kg) en el último año y los más pobres 9 Kg; La alimentación esta en terapia intensiva?.
El acceso físico y económico a los alimentos
Se puede afirmar que esta es una de las dimensiones más afectadas de la seguridad alimentaria en Venezuela, considerando la tendencia decreciente del salario real del venezolano; la alta escasez de alimentos que se ha producido desde el año 2012 ha alcanzado cifras de 30 por ciento en el año 2014. Esto, acompañado por una alta inflación general (62,17 por ciento) y alimentaria (102 por ciento) (INE, 2014).
El diputado y economista José Guerra, señala que la inflación acumulada durante el primer cuatrimestre del año 2017, en el país alcanzó el 92,8 %, un dato que ofrece el Legislativo en ausencia de datos del Banco Central (BCV). La inflación de abril fue 16,5 %, la de marzo 16,2 %, la de febrero 20,1 % y la de enero 18,6 %. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha pronosticado que la inflación seguirá desbocada y prevé que se ubique en 720 % para este año y hasta un 2.000 % en 2018. [https://www.el-carabobeno.com/jose-guerra-venezuela-acumula-inflacion-928-lo-va-2017/].
De las dimensiones anteriores (disponibilidad y acceso) depende el consumo de alimentos y este puede medirse por: la adquisición de alimentos (consumo aparente), a través de la encuesta de seguimiento al consumo de alimentos (ESCA) (INE, 2014b) y por el consumo real, medido a través de la encuesta nacional de consumo de alimentos (ENCA) (INE, 2013b).
La ESCA (INE, 2014b) refleja que la adquisición de alimentos como harina de maíz precocida, arroz, carne de res, azúcar y pasta, disminuyó entre los años 2003 y 2014, incrementándose la adquisición de pollo, patilla y cambur.
El patrón de consumo de alimentos reportado por Encovi, para los años 2014 y 2015, refleja que en la medida que disminuye el ingreso económico, el patrón de consumo de alimentos es monótono y compuesto por alimentos de alta densidad calórica, como los cereales, bebidas azucaradas y grasas. Lo contrario se observa en los estratos medios y alto, quienes reflejan mayor consumo de alimentos de buena calidad, como frutas, vegetales y los proveedores de proteínas, entre ellos el pescado (USB, UCAB, UCV, 2015).
Los datos anteriores coinciden con lo reportado en la ENCA (INE, 2013b), según la cual los principales alimentos consumidos por la población venezolana son los cereales y las bebidas no alcohólicas, es decir, bebidas azucaradas, cuyo consumo excesivo está asociado a enfermedades cardiometabólicas. Según esta encuesta, el consumo de calorías es adecuado hasta los 29 años, en proteínas hasta los 60 años y es alta en carbohidratos, adecuada en hierro e insuficiente en calcio.
Por otro lado (ENCOVI, 2016), reporta un cambio importante en el consumo general,  donde se evidencia un cambio en el patrón de compra reciente, donde las hortalizas y tubérculos desplazan a las carnes y pollo, con serias consecuencias para la salud presenta y futura.

Aprovechamiento biológico de los alimentos
Este va a depender de factores como la calidad de los nutrientes, las condiciones higiénicas de los alimentos, saneamiento ambiental, condiciones de salud del individuo, entre otros.
De esta dimensión se puede destacar que la población venezolana presenta mejoras en las condiciones sanitarias desde el punto de vista cuantitativo (INE, 2011), pero no cualitativo. Es decir, que a pesar de que la infraestructura para el suministro del agua, electricidad y servicios sanitarios ha mejorado, el servicio de calidad y frecuencia sigue teniendo grandes retos.
Pero los indicadores de salud en la población se han deteriorado drásticamente en los últimos cinco años. En materia de inocuidad de alimentos se cuenta con un marco legal que no se traduce en acciones públicas concretas.
Todo lo anterior ha generado lo que denomina Dunn (2008) un «problema tipo fin», de gran magnitud y de alto riesgo para la población, como es el problema de la doble carga de la malnutrición, reflejado en un estado nutricional con déficit (desnutrición) y exceso (sobrepeso y obesidad).
La prevalencia de desnutrición global en menores de 5 años fue de 3,4 por ciento para el año 2013 (INN, 2014). Este valor, a pesar de ser más bajo que los años anteriores, es clasificado como una prevalencia intermedia (y no baja), según los parámetros establecidos por la Organización Mundial de Salud (OMS).
Retomando la idea anterior, es importante destacar que por encima de este valor se encontraban 15 entidades federales, con la prevalencia de desnutrición más alta en Amazonas (8.63 por ciento) (FAO, 2013). También, para este año, el 13 por ciento de los niños menores de 5 años presentó desnutrición crónica (baja talla para la edad) (FAO, 2013). No existen datos disponibles sobre la deficiencia de hierro y otros micronutrientes esenciales para la población venezolana.
Para el 2010, la malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad) se presentó en 23 por ciento de niños de 7 a 17 años, y en 55 por ciento de los adultos (INN, 2010), lo que ha traído como resultado el incremento de la morbimortalidad por enfermedades cardiometabólicas como diabetes e hipertensión, que representan las primeras causas de muerte en Venezuela (MPPS, 2015).
Políticas públicas en alimentación y nutrición
Estas deben ser diseñadas para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional en todas sus dimensiones. Para esto el Estado debe planificar estrategias que garanticen la producción,
distribución, consumo y aprovechamiento biológico de los alimentos, estableciendo controles en cada una de las fases de la cadena agroalimentaria y su entorno, de tal forma que el ciudadano cuente con suficiencia cuantitativa, cualitativa y permanente.
Cuando el deber ser de las políticas generales falla o estas no llegan a grupos específicos de alta vulnerabilidad, el Estado se ve en la necesidad de implementar políticas compensatorias o de emergencia para atenuar las consecuencias de la inseguridad alimentaria y nutricional. En Venezuela estas políticas se han caracterizado por un alto gasto social, improvisación, fallas en la calidad de la gestión y problemas para la sostenibilidad de los resultados.
Estas políticas también se han caracterizado por ser predominantemente asistencialistas, limitadas, susceptibles a corrupción, descontextualizadas, con un fuerte componente de importación de alimentos e incapaces de garantizar el derecho a la alimentación de los ciudadanos.
Dentro de las principales políticas sociales compensatorias que han existido en Venezuela se pueden mencionar:
• Las que están dirigidas al grupo materno-infantil, escolar, grupos especiales y son de índole económica, como becas o asignaciones de cupones para la compra de alimentos;
• Las alimentarias, por ejemplo, que ofrecen un alimento para complementar las calorías o algún nutriente de la dieta;
• Las nutricionales, como los suplementos de vitaminas y minerales para prevenir deficiencias específicas y educación nutricional para prevenir y controlar la malnutrición y las enfermedades asociadas a esta.
Desde 2003, estas políticas compensatorias se han concentrado bajo la denominación de misión alimentación, la cual ha contemplado subsidios generales y focalizados, según grupos poblacionales vulnerables, y estrategias para la producción, comercialización, control y aprovechamiento biológico de los alimentos.
La formulación y gestión de estos programas compensatorios en Venezuela se ha hecho desde el Estado, sin contar con el debido seguimiento y evaluación, con la participación de todos los actores involucrados, en especial del beneficiario, quien puede aportar información valiosa para optimizar estos programas sociales. Dicho esto, las políticas deberían ser construidas por todos los actores involucrados, desde las necesidades del beneficiario, con la capacidad técnica del Estado y la asesoría de expertos.
Como resultado de lo anteriormente expuesto, entre los años 2005 y 2008, el 64 por ciento de los alimentos distribuidos por la misión alimentación eran importados y para el año 2011, el gasto alimentario de los hogares en la misión alimentación, a nivel nacional, era de 4,4 por ciento en Mercal y de 1,2 por ciento en PDVAL.
Los datos de ENCOVI, (2016), plantean que hemos llegado al techo en pobreza de ingreso o coyuntural
– La pobreza reciente o temporal comienza a volverse estructural después de 3 años continuos de crisis
– Para el 2017 se van a mantener los niveles de pobreza de ingreso y seguirá aumentando la pobreza estructural.
Sobre las Misiones Sociales:
– Por los datos de la pobreza que muestra la ENCOVI no tenemos una política social que contenga el paso de pobreza coyuntural a estructural. No tenemos programas sociales para impedir la adecuación negativa de los hogares a la crisis de ingreso.
– Además del problema de diseño, persisten los problemas de focalización.
– El programa social con mayor número de beneficiarios sigue siendo el subsidio indirecto a los alimentos básicos
– El deterioro de la atención de barrio adentro supone que la población debe estar más expuesta.
– El aumento de las transferencias directas no es lo suficientemente grande como para suponer que hay un cambio de orientación en la política social.

Fuente: Yngrid Candela (2016). Seguridad alimentaria en Venezuela: una mirada desde el ciudadano vulnerable. Cuadernos del CENDES-UCV. Año 33. N° 91. p.125-139. Tercera época. Enero-Abril 2016. Disponible: http://www.redalyc.org/html/403/40347542008/
Doctora en Nutrición. Profesora-Investigadora del Área de Desarrollo y Salud del Centro de Estudios del Desarrollo, Cendes, Universidad Central de Venezuela

Correo-e: yngridcandela@gmail.com.

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