jueves, 26 de octubre de 2017

Somos lo que comimos. ¿Seremos mañana lo que comemos hoy?

Para la mayoría de los científicos actuales, las enfermedades derivadas de una mala o inadecuada alimentación y del aumento del sedentarismo, son consecuencia de un distanciamiento en la forma en la que vivieron nuestros antepasados. Pero, ¿Cómo vivían aquellos “hombres” más parecidos a los chimpancés que a nosotros mismos?
La verdad, es que no gozaron de lo que hoy en día podemos imaginar como una buena vida. Por lo que, la selección natural favoreció la supervivencia de aquellos que estaban mejor adaptados y con mejores estrategias para encontrar alimentos cada vez más dispersos.
Nuestros genes fueron seleccionados en esas condiciones difíciles durante millones de años. Por lo contrario, ese escenario de lucha constante nada tiene que ver al que tenemos actualmente los humanos del Primer Mundo, donde la sobreabundancia alimentaria está plenamente extendida. Nuestros genes cazadores-recolectores ya no nos sirven.
Las adaptaciones relacionadas con la elección de alimentos tienen un gran impacto en la supervivencia, reproducción de los individuos y al final, en su éxito evolutivo. Por lo que se cree que una de las principales fuerzas de la evolución humana fue la mejora en la calidad de la dieta. Solemos ver la elección de los alimentos como un rasgo cultural pero no directamente relacionado con nuestro pasado biológico.
Una de las dos cosas más importantes que hacen los animales es alimentarse (la otra es reproducirse) y gracias a la paleontología y la arqueología podemos averiguar qué comían nuestros antepasados. Los acontecimientos clave en nuestra evolución, como la pérdida de los colmillos, el bipedismo o el desarrollo del cerebro son consecuencias de adaptaciones a diferentes ambientes, y por lo tanto, a diferentes entornos alimentarios.
Es un debate común en nuestra sociedad el de si somos “por naturaleza” vegetarianos o carnívoros. Pocos grupos de personas somos carnívoros al 100% o vegetarianos al 100%. Pese a ello, como primates que somos, ¿No nos correspondería ingerir únicamente vegetales?
Es cierto que a los primates popularmente se les conoce como animales vegetarianos pero esto no quiere decir que todos ellos lo sean. Sabemos que los grandes simios, como por ejemplo los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, a pesar de que sea la fruta el componente más abundante de su dieta, también se les ha visto alimentándose de insectos o pequeños vertebrados.
Por lo que nuestra idea inicial puede empezar a tambalearse. Por otro lado, casi ningún grupo humano hoy en día se alimenta exclusivamente de carne, a excepción de los “inuit” conocidos popularmente como “los esquimales” un grupo de cazadores-recolectores que aún existen en la actualidad, que basan su dieta casi exclusivamente en comer pescado crudo
Recordemos la conocida frase: “Somos lo que comemos”, pero no tan conocida en pasado: “Somos lo que comimos”, que es igual de cierta y no hay que restarle importancia.
En la historia de la alimentación humana hay dos momentos clave. El primero fue la incorporación, en cantidad importante, de productos de origen animal a la dieta. Pero antes de que esto pasase, la comida de nuestros antepasados era casi exclusivamente de carácter vegetal, y no demasiado diferente a la de los chimpancés actuales, ya que la vida se desarrollaba principalmente en el bosque.
En esta época en que nuestros antepasados vivían plácidamente en el bosque se produjo un cambio climático que provocó la progresiva pérdida de los bosques y el aumento de los ecosistemas abiertos, como por ejemplo, las sabanas.
Ante la escasez de alimentos vegetales, tuvieron que incorporar alimentos de origen animal, aparte de vegetales, lo que permitió (entre otros factores) aumentar el tamaño del cerebro. Este hecho tan importante, tuvo lugar en África, hace 2,5 millones de años. Aún éramos bastante parecidos a los chimpancés y no mucho más inteligentes, algo así como unos chimpancés bípedos.
El otro gran acontecimiento importante de la historia de la alimentación humana es muy reciente; se produjo hace unos 10.000 años. Se pasó de extraer el alimento de la naturaleza a producirlo directamente mediante la agricultura y la ganadería. Es lo que se conoce como la Revolución Neolítica. La aparición del Neolítico represento el inicio de la extinción de los cazadores - recolectores y el nacimiento de las ciudades y la era industrial en la cual se encuentra ahora la humanidad.
¿Qué cuesta un cerebro tan grande?
Llegar a un cerebro tan grande ha sido un proceso que ha llevado millones de años, aun así, se puede considerar un proceso muy rápido.
En dos millones de años de evolución se dobló el volumen cerebral desde los 450cm3 de Australopithecus afarensis hace 4 millones de años hasta los 900cm3 de Homo ergaster. ¿Cómo puede ser que nuestro cerebro evolucionara a tal velocidad? En apenas tres millones de años, su volumen pasó de 450 a 1300 cm3.
¿Para qué necesitaron nuestros antecesores un cerebro tan grande? El aumento del cerebro es una especialización como la de cualquier otro órgano, y la selección natural favoreció el crecimiento encefálico porque proporcionó ventajas de supervivencia y reproducción en el nicho ecológico de los Homininos.
El egoísmo del cerebro: un órgano costoso y caprichoso.
La evolución del cerebro solo fue posible por la adaptación de numerosas funciones al egoísmo del cerebro. Es un tragón, consume muchas calorías y posee una elevada tasa metabólica basal, que es lo mismo que decir en reposo.
Consume entre un 20-25% de la tasa metabólica basal, en comparación del 8-10% que consumen otros primates. Para ello el gasto energético del resto de los órganos se ha tenido que reorganizar y aumentar la calidad de los alimentos.
Además, el cerebro es muy caprichoso y exquisito en cuanto al combustible del cual obtiene energía; no le sirve cualquier cosa, solo consume glucosa y en casos de necesidad extrema, como por ejemplo, si llevamos varios días en ayuno, consume cuerpos cetónicos que provienen de las grasas. Por ello cualquier reducción energética por un tiempo más o menos prolongado tiene implicaciones importantes en el funcionamiento del cerebro y cuando esta reducción se produce en el periodo neonatal las consecuencias son más significativas y en muchos casos irreversibles desde el punto de vista fisiológico-cognitivo.
Por último, y sin duda alguna, es un órgano complicado. Tiene una gran complejidad molecular y morfológica, además, del lento desarrollo de nuestras crías y la energía adicional que tienen que invertir los padres, que es lo que en Biología se conoce con el nombre de la cuido parental.
¿Por qué la carne es importante para el cerebro?
Cuando nuestra evolución necesitaba un cerebro cada vez más grande, las primeras dificultades que tuvieron que superar nuestros antepasados fue adaptarse a explotar nuevos alimentos, entre ellos los de origen animal. Pero, ¿Por qué la carne es importante para el cerebro? ¿Qué tiene de especial? “el centro de la cuestión” es que en la carne encontramos la vitamina B12, la cual tiene un papel fundamental para mantener sano nuestro sistema nervioso. Algunas de sus funciones son: estabilizar la mielina que recubre el axón de las neuronas, en otras palabras, permite una buena transmisión de la información neurona a neurona y mantener la densidad neuronal y la memoria.
Estos cambios cualitativos y cuantitativos en la alimentación, que vinieron impuestos por las condiciones de los nichos ecológicos, tuvieron consecuencias importantes para el desarrollo de nuestro cerebro. La selección natural favoreció:
1) La alimentación más omnívora (incorporando la caza, la pesca y ocasionalmente la carroña) redujo el tamaño del intestino y empezamos a caminar sobre nuestras dos patas traseras (es conocido que la locomoción bípeda es menos costosa energéticamente que la bípeda), lo que también permitió tener más energía disponible para el cerebro.
2) La reducción del aparato masticador y los huesos mandibulares, lo que proporcionó más espacio en el cráneo para aumentar la masa cerebral. A pesar de ello, la fuerza masticatoria de Homo, por contradictorio que parezca, no se ha reducido. Mantenemos esta fuerza, gracias al grueso esmalte de los dientes que tenían nuestros antepasados y que conservamos en la actualidad.
3) El cambio de dieta, aportó una mayor cantidad de ácidos grasos poliinsaturados, un componente importante de las neuronas.
El curso de la historia depende de pequeños acontecimientos que se producen de tanto en tanto y algunas de ellas determinan el futuro. No solo el cambio de alimentación produjo un gran éxito adaptativo al nuevo ambiente africano, sino que el bipedismo, el comportamiento social cada vez más complejo, la fabricación de herramientas, el incremento gradual del tamaño corporal y los cambios en la alimentación, formaron un complejo adaptativo que potenció la supervivencia y reproducción.
La realidad del hombre de hoy es diferente, lo que algunos expertos han denominado “transición alimentaria”, sedentarismo, obesidad, abundancia, enfermedades crónicas no transmisibles; en contraparte tenemos desnutrición, dieta inadecuadas e insuficientes, carentes de proteínas (carne), de vitaminas, minerales y fibra (vegetales y frutas), restricción calórica a diferentes niveles e intensidades a lo largo de la vida, cada vez en mayor número de personas y por tiempos más prolongados. ¿Qué consecuencias tendrán estos fenómenos en el desarrollo de la población? En mayor grado, el impacto de lo que comemos hoy en lo que seremos mañana, del desarrollo de nuestro cerebro, nuestra capacidad de adaptación de generar estrategias que nos permitan subsistir como individuos, como población, como especie. 
La evolución de las especies está sometida a la influencia de tal cantidad de factores que su futuro es impredecible, ya que todo es posible. Ninguna forma de vida puede considerarse superior a las demás, porque ninguna está a salvo de la extinción. De esta forma entonces, podemos concluir que la evolución es fruto del azar, del caos y que no hay leyes…Hablo de esas leyes que nos gustan tanto a los científicos…


Fuente: Ana González Durbán (2016) Somos lo que comimos: ¿Comer carne nos convirtió en seres inteligentes? Biol. on-line: Vol. 5, Núm. 1 (Febrero de 2016) http://revistes.ub.edu/index.php/b_on/index

No hay comentarios.:

Publicar un comentario