jueves, 23 de noviembre de 2017

Impacto de la malnutrición en las primeras etapas de la vida

Actualmente y de acuerdo a los expertos, ha tomado gran importancia el periodo que abarca desde el momento de la concepción hasta los dos años de vida, periodo de rápido crecimiento y que brinda una oportunidad única para que los niños obtengan los beneficios nutricionales e inmunológicos que van a necesitar el resto de sus vidas. En esta etapa se forman el cerebro, los huesos y la mayor parte de los órganos y tejidos, así como también el potencial físico e intelectual de cada persona. Los daños que genera la desnutrición durante estos primeros dos años, tienen consecuencias irreversibles en el individuo, por lo que la prevención es fundamental (Fundación Bengoa, 2015).
Todas las alteraciones que padece un niño durante esta etapa generarán morbimortalidad alta y afectación en el desarrollo mental y motor. En el largo plazo pudiera estar ligado a un bajo rendimiento intelectual, una merma en la capacidad de trabajo, en la salud reproductiva y en la condición de salud general durante la adolescencia y la edad adulta.
Lo anterior, dibuja un panorama en el cual la desnutrición se vuelve un círculo vicioso. Es muy probable que una niña desnutrida dé a luz un niño desnutrido, que en conjunto con prácticas inadecuadas de lactancia materna y de alimentación complementaria y diarreas frecuentes, son las principales causas de desnutrición en los primeros años de vida y del incremento en las muertes de los niños menores de cinco años.
Existe una creciente evidencia que coloca a la nutrición como un factor ambiental que tiene incidencia en diversas enfermedades tanto crónicas como autoinmunes. El efecto se inicia a nivel epigenético, durante el embarazo debido a que la nutrición de la madre afecta el crecimiento del feto y de igual manera puede impactar el desarrollo durante toda la infancia. La hipótesis de la programación fetal propone que la desnutrición fetal es el resultado de la alimentación deficiente de la madre y problemas de transferencias de nutrientes de la madrea al feto.
Frente a una amenaza para la supervivencia, el feto realiza adaptaciones para limitar el crecimiento, priorizar el desarrollo de los tejidos esenciales y acelerar la maduración. Ocurre una reducción en la secreción y en la sensibilidad de las hormonas que conforman el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal y los cambios que se producen durante estas adaptaciones permanecen en el feto y el lactante. Se ha comprobado que hombres y mujeres que tienen mayor riesgo de padecer enfermedad cardio-metabólica son aquellos que experimentaron privación temprana o tuvieron bajo peso al nacer y que presentaron sobrepeso en la etapa adulta.
De igual forma, investigaciones neurofarmacológicas han revelado cambios duraderos, aunque no permanentes, en la función neural receptora del cerebro como resultado de un episodio temprano de malnutrición energético-proteica. Así mismo, teorías recientes respecto al impacto de la desnutrición en la inteligencia del niño, señalan que la misma altera el desarrollo intelectual por interferencia con la salud del individuo, con sus niveles de energía, sus tasas de desarrollo motor y crecimiento; en suma, las condiciones socioeconómicas deficientes pueden exacerbar todos estos factores y permitir la perpetuación del daño ocurrido a edades tempranas de la vida.
Se demostró que la desnutrición ocurrida en épocas tem­pranas de la vida, no sólo enlentece la velocidad de creci­miento del cerebro y su tamaño, sino que además afecta la corteza cerebral, que es la región más fuertemente unida a las funciones cognitivas e intelectuales, sin afectar aparen­temente el número de neuronas corticales (Caraballo, 2014).
Un punto de claro consenso, es que la desnutri­ción temprana – pre o postnatal –, produce cambios duraderos en la creatividad emocional, motivación y nivel de ansiedad del sujeto afectado, pu­diendo esperarse que estos efectos tengan un impacto sustancial en la habilidad para procesar la información, resolver problemas y por ende, alterar su capacidad cognitiva aun cuando no en forma permanente.
El único proceso cognitivo que hasta ahora se ha comprobado en su relación con la desnutrición tem­prana, es la disminución en la flexibilidad cognitiva del individuo (capacidad del ser humano para adaptar sus estrategias de procesamiento cognitivo ante una nueva e inesperada condición ambiental) y posiblemente, la mayor susceptibilidad a la interferencia proactiva (es decir, se altera la capacidad de aprehender una nueva información cuando ya existe información previa al res­pecto), cuyos efectos son, al parecer duraderos.
La nutrición del feto depende de la ingesta de nutrientes por parte de la embarazada y de los depósitos endógenos maternos de sustratos como precursores para la síntesis de tejido fetal, y como fuentes energéticas para el metabolismo oxidativo fetal; por ende, la dieta se identifica como uno de los principales factores ambientales que influye sobre el desarrollo del embrión y el feto, así como sobre la salud materna.
Aún más, en los últimos años se ha evidenciado la importancia que tiene la alimentación de la madre, no solo durante la gestación sino también desde el periodo preconcepcional. La nutrición inadecuada durante la gestación, independientemente del momento en que esta ocurra, puede causar defectos persistentes en el producto de la gestación, dado por diversos mecanismos como son la reducción del número de células de los tejidos, la modificación en la estructura de los órganos y el cambio en el ajuste de ejes hormonales clave.
Sin embargo, las deficiencias nutricionales maternas tendrán diversas consecuencias sobre el desarrollo fetal dependiendo del momento en que ocurran, ya que cada órgano y cada tejido tienen un momento diferente de período crítico de mayor replicación celular, en el cual las inadecuaciones nutricionales provocan mayor impacto negativo en este proceso, (Caraballo, 2014).
De acuerdo a la investigadora García-Casal (2011), todos los nutrientes son importantes para el cre­cimiento y desarrollo neuronal, pero algunos parecen tener más influencia que otros. Los efectos de esta deficiencia pueden ser transitorios, duraderos o permanentes:
(a) el hierro: Es necesario en todos los procesos básicos neuro­nales tales como mielinización, producción y regulación de neurotransmisores (dopamina, GABA y serotonina) y metabolismo energético lo que trae como consecuencia déficit de las funciones cognitivas, compromete las respuestas afectivas y el funcionamiento cognoscitivo de los lactantes afectados, así como su capacidad de coordinar patrones de movimiento y memoria respec­tivamente y un incremento de 1,3 veces el riesgo de padecer retardo mental. Existe una prevalencia en Venezuela del 70% de anemia en menores de 2 años, esta anemia en las primeras etapas marca, de alguna manera, el desarrollo psicomotor de esos individuos así como leves retrasos en actitud, disponibi­lidad o disposición para realizar trabajos.
(b) el zinc: Es un elemento traza, esencial para la estructura y función de un gran número de proteínas regulatorias, estructurales y catalíticas. Constituye un componente vital del cerebro, par­ticipa en la síntesis y liberación de neurotransmisores y en el desarrollo del Sistema Nervioso Central; actúa como modulador de la excitabilidad neuronal. Su deficiencia durante el período fetal resulta en una disminución del contenido de ADN, ARN y proteínas, así como en la reducción del tamaño del cerebelo, sistema límbico y corteza cerebral, puede afectar la emo­cionalidad y la respuesta al estrés, influenciando de esta manera el desarrollo infantil al condicionar la forma en la cual el niño se relaciona con su medio, 

(c) el cobre: Es un catión involucrado en el metabo­lismo energético del cerebro y de la dopamina activa como antioxidante. Se ha demostrado que su déficit afecta sensiblemente el desarrollo cerebral, con efectos a largo plazo sobre las funciones motoras, de balance y coordinación neuromuscular,
(d) los ácidos grasos esenciales (AGE): El ácido docosahexaenoico es el ácido graso omega 3, es un potente agente neurobiológico que afecta las membranas neuronales, y el adecuado funcionamiento cerebral, al influir en la correcta interconexión de miles de millones de neuronas. Constituye además, hasta 60% de los ácidos grasos totales de las membranas fotore­ceptoras de la retina, garantizando de esta manera la agudeza visual del individuo. Por ello la importancia de la lactancia materna –rica en AGE-, particularmente durante los primeros años de vida, período que coincide con la mayor acumula­ción de lípidos en el cerebro y retina,
(e) los folatos, su deficiencia provoca anemia macrocítica o megaloblástica, que se asocia también con la deficiencia de vitamina B12 y defectos en el cierre del tubo neural [labio-paladar hendido]. Asimismo se ha encontrado asociación con la aparición de enfermedades cardiovas­culares y accidentes cerebros vasculares en la edad adulta. Además se asocia con retardo en el crecimiento, au­mento del riesgo de parto pretérmino (antes de las 37 semanas) y niños con bajo peso al nacer.
(f) Vitamina A: se ha reportado el aumento en la incidencia de infecciones, alteraciones de la visión que incluyen la pérdida total de la misma, retardo de crecimiento cor­poral, respuesta inmune debilitada, entre otros, en relación a su deficiencia durante la infancia. Adi­cionalmente a esto, se ha encontrado una interacción entre el estado nutricional de vitamina A y metabolismo del hierro.
Razón por la cual, durante el primer trimestre, las necesidades son principalmente cualitativas para el desarrollo de órganos, dado que el crecimiento embrionario está todavía limitado. En este periodo la hiperfagia y el aumento de la sensibilidad a la insulina permiten que la madre, incluso en condiciones de desnutrición, almacene grasa en el tejido adiposo e incremente su peso corporal neto.
En el segundo trimestre, a partir de las 20 semanas de gestación, el crecimiento fetal es controlado por factores maternos y placentarios. Es difícil estimar la influencia que estos dos compartimientos tienen sobre el crecimiento fetal intrauterino; sin embargo, el retardo del crecimiento intrauterino está caracterizado por una capacidad reducida de la unidad útero-placentaria para suministrar oxígeno y nutrientes al feto.
En el tercer trimestre, el crecimiento fetal llega a ser exponencial y, al mismo tiempo, aumentan las demandas nutricionales fetales para completar el desarrollo de estructuras importantes como el sistema nervioso central. Con objeto de adaptarse a esta nueva condición, el metabolismo materno se desplaza de la situación anabólica del primer trimestre, a una situación catabólica donde la progesterona, el cortisol, la prolactina y la leptina dan lugar a una disminución de la reactividad a la insulina con un incremento consecuente de los niveles plasmáticos de ácidos grasos libres y glicerol.
Cuando las deficiencias se producen en la etapa inicial de la gestación los efectos deletéreos sobre el crecimiento fetal son mayores y el producto de la concepción se encuentra más afectado. Si la deficiencia de nutrientes ocurre en la mitad de la gestación, solo se afecta al feto, mientras que la placenta se hipertrofia como mecanismo compensatorio para mantener el aporte de nutrientes. Cuando las deficiencias de nutricionales ocurren al final de la gestación, su efecto será el retraso del crecimiento que altera la relación feto-placenta. Por último, el impacto a largo plazo de los factores dietéticos dependerá del momento, la duración e intensidad en que se produjo dicha nutrición inadecuada.
Razón por la cual, de acuerdo a Sosa y Caraballo, (2014), el peso, la talla y la composición corporal de la madre pueden relacionarse con su capacidad metabólica y su habilidad para ofertar los nutrientes al feto. El peso preconcepcional materno y la ganancia de peso durante el embarazo se han asociado con el peso al nacer, de allí que una condición nutricional deficitaria o por exceso durante el embarazo, afectaría el peso al nacer. La desnutrición materna trae consigo diversos efectos en la nutrición del feto, particularmente por las alteraciones tanto del desarrollo como de la función placentaria, de la modulación del sistema endocrino fetal y de la expresión génica, aquí se destaca: 
· Efectos sobre la placenta: los cambios placentarios pueden ir desde modificaciones en el peso, histomorfología, vasculogénesis y angiogénesis, todo lo cual altera la capacidad de transferencia de macronutrientes indispensables durante la vida fetal para la formación de tejido, así como para la producción de energía para los procesos oxidativos; y también se afecta la plasticidad por lo que el crecimiento y el desarrollo fetal quedan comprometidos.
· Efectos sobre el sistema endocrino fetal: el embarazo normal implica la producción de hormonas en los compartimientos materno, fetal y placentario. En casos de desnutrición materna, esta secreción puede verse afectada, principalmente por sus efectos sobre la producción de glucocorticoides, factores de crecimiento similares a la insulina y leptina.
· Efectos sobre la expresión génica: la nutrición de la madre puede programar la susceptibilidad de un individuo a desarrollar enfermedades en la edad adulta a través de cambios epigenéticos del genoma fetal sin alterar la secuencia del ADN.
Adicionalmente, las mujeres obesas tienen un riesgo incrementado de padecer hipertensión, preclampsia y diabetes mellitus gestacional (DMG). Esta última, a su vez, si no es controlada, puede llevar a una excesiva transferencia de glucosa al feto, induciendo una hiperglicemia fetal, lo que altera su estructura y función pancreática llevando a un incremento en la secreción de insulina y macrosomía. Así mismo, la obesidad materna está asociada con un aumento del volumen plasmático, incremento de la transferencia placentaria así como de la resistencia a la insulina, lo cual favorece una mayor cantidad de glucosa disponible para el feto de manera permanente.
Hoy día, se piensa que la dieta materna, el estado nutricional y la situación metabólica a que este conduce, son probablemente los factores maternos que más pudieran influenciar en la nutrición fetal.
Fuentes:
Caraballo, (2014). Anemias nutricionales. En Nutrición en el Embarazo. Cap VII, p.209-262. CANIA. Empresas Polar. Caracas
Fundación Bengoa (2015). Los Mil días del Niño. Documento en línea. Disponible: http://www.fundacionbengoa.org/informacion_nutricion/primeros-1000-dias-vida.asp.
García-Casal, M.  (2011). Los Micronutrientes: ¿por qué requieren nuestra atención? El problema, la evidencia y la solución. CANIA. Año 14. Nº 23 p.27-31.

Sosa I. y Caraballo, L. (2014). Nutrición Fetal. En Nutrición en el Embarazo. Cap II, p.45-79. CANIA. Empresas Polar. Caracas.

4 comentarios:

  1. La malnutrición en todas sus formas afecta al desarrollo humano, teniendo entre sus efectos un impacto en el progreso tanto, social, personal, laboral y económico del individuo. Por tanto que una nutrición adecuada contribuye de manera fundamental a la realización del derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental de niños y niñas. Angiluz Rendón

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  2. Cuando una mujer planifica tener un embarazo, debe tener ciertos cuidados entorno a su salud. Someterse a exámenes físicos completos, alimentarse mejor bajar de peso si es necesario. Es de suma importancia tener los cuidados necesarios antes durante y después del embarazo, ya que esto va a favorecer al bebe, una buena alimentación de la madre afectara positivamente en la vida del niño (a) tanto en su desarrollo psicomotor, cognitivo, emocional y social.
    La alimentación de los niños (as) en los primeros años de vida, es crucial para el crecimiento, desarrollo, y salud. Enseñarles buenos hábitos alimenticios a nuestros niños y niñas no solo depende de los padres sino de los maestros en las escuelas, comer adecuadamente ayuda a prevenir enfermedades a largo plazo.
    Jennifer Jardin

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  3. Cuando una mujer planifica tener un embarazo, debe tener ciertos cuidados entorno a su salud. Someterse a exámenes físicos completos, alimentarse mejor bajar de peso si es necesario. Es de suma importancia tener los cuidados necesarios antes durante y después del embarazo, ya que esto va a favorecer al bebe, una buena alimentación de la madre afectara positivamente en la vida del niño (a) tanto en su desarrollo psicomotor, cognitivo, emocional y social.
    La alimentación de los niños (as) en los primeros años de vida, es crucial para el crecimiento, desarrollo, y salud. Enseñarles buenos hábitos alimenticios a nuestros niños y niñas no solo depende de los padres sino de los maestros en las escuelas, comer adecuadamente ayuda a prevenir enfermedades a largo plazo.

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  4. Gracias por su comentario Jennifer. Por eso es clave la formación de los maestros y promover la campaña del cuidado y protección del niño en sus primeros 1000 días de vida. Esta es una "ventana" clave en el desarrollo de un país. ¿Qué opina?

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