Actualmente y de acuerdo a los expertos, ha tomado gran
importancia el periodo que abarca desde el momento de la concepción hasta los
dos años de vida, periodo de rápido crecimiento y que brinda una oportunidad
única para que los niños obtengan los beneficios nutricionales e inmunológicos
que van a necesitar el resto de sus vidas. En esta etapa se forman el cerebro,
los huesos y la mayor parte de los órganos y tejidos, así como también el
potencial físico e intelectual de cada persona. Los daños que genera la
desnutrición durante estos primeros dos años, tienen consecuencias
irreversibles en el individuo, por lo que la prevención es fundamental (Fundación
Bengoa, 2015).
Todas las alteraciones que padece un niño durante esta etapa
generarán morbimortalidad alta y afectación en el desarrollo mental y motor. En
el largo plazo pudiera estar ligado a un bajo rendimiento intelectual, una
merma en la capacidad de trabajo, en la salud reproductiva y en la condición de
salud general durante la adolescencia y la edad adulta.
Lo anterior, dibuja un panorama en el cual la desnutrición se
vuelve un círculo vicioso. Es muy probable que una niña desnutrida dé a luz un
niño desnutrido, que en conjunto con prácticas inadecuadas de lactancia materna
y de alimentación complementaria y diarreas frecuentes, son las principales
causas de desnutrición en los primeros años de vida y del incremento en las
muertes de los niños menores de cinco años.
Existe una creciente evidencia que coloca a la nutrición como un
factor ambiental que tiene incidencia en diversas enfermedades tanto crónicas
como autoinmunes. El efecto se inicia a nivel epigenético, durante el embarazo debido a que la nutrición
de la madre afecta el crecimiento del feto y de igual manera puede impactar el
desarrollo durante toda la infancia. La hipótesis de la programación fetal
propone que la desnutrición fetal es el resultado de la alimentación deficiente
de la madre y problemas de transferencias de nutrientes de la madrea al feto.
Frente a una amenaza para la supervivencia, el feto realiza
adaptaciones para limitar el crecimiento, priorizar el desarrollo de los
tejidos esenciales y acelerar la maduración. Ocurre una reducción en la
secreción y en la sensibilidad de las hormonas que conforman el eje
hipotálamo-pituitaria-adrenal y los cambios que se producen durante estas
adaptaciones permanecen en el feto y el lactante. Se ha comprobado que hombres
y mujeres que tienen mayor riesgo de padecer enfermedad cardio-metabólica son
aquellos que experimentaron privación temprana o tuvieron bajo peso al nacer y
que presentaron sobrepeso en la etapa adulta.
De igual forma, investigaciones
neurofarmacológicas han revelado cambios duraderos, aunque no permanentes, en
la función neural receptora del cerebro como resultado de un episodio temprano
de malnutrición energético-proteica.
Así mismo, teorías recientes respecto al
impacto de la desnutrición en la inteligencia del niño, señalan que la misma
altera el desarrollo intelectual por interferencia con la salud del individuo,
con sus niveles de energía, sus tasas de desarrollo motor y crecimiento; en
suma, las condiciones socioeconómicas deficientes pueden exacerbar todos estos
factores y permitir la perpetuación del daño ocurrido a edades tempranas de la
vida.
Se demostró que la desnutrición ocurrida
en épocas tempranas de la vida, no sólo enlentece la velocidad de crecimiento
del cerebro y su tamaño, sino que además afecta la corteza cerebral, que es la
región más fuertemente unida a las funciones cognitivas e intelectuales, sin
afectar aparentemente el número de neuronas corticales (Caraballo, 2014).
Un punto de claro consenso, es que la desnutrición temprana – pre
o postnatal –, produce cambios duraderos en la creatividad emocional,
motivación y nivel de ansiedad del sujeto afectado, pudiendo esperarse que
estos efectos tengan un impacto sustancial en la habilidad para procesar la
información, resolver problemas y por ende, alterar su capacidad cognitiva aun
cuando no en forma permanente.
El único proceso cognitivo que hasta ahora se ha comprobado en su
relación con la desnutrición temprana, es la disminución en la flexibilidad
cognitiva del individuo (capacidad del ser humano para adaptar sus estrategias
de procesamiento cognitivo ante una nueva e inesperada condición ambiental) y
posiblemente, la mayor susceptibilidad a la interferencia proactiva (es decir,
se altera la capacidad de aprehender una nueva información cuando ya existe
información previa al respecto), cuyos efectos son, al parecer
duraderos.
La nutrición del feto depende de la
ingesta de nutrientes por parte de la embarazada y de los depósitos endógenos
maternos de sustratos como precursores para la síntesis de tejido fetal, y como
fuentes energéticas para el metabolismo oxidativo fetal; por ende, la dieta se
identifica como uno de los principales factores ambientales que influye sobre
el desarrollo del embrión y el feto, así como sobre la salud materna.
Aún más, en los últimos años se ha
evidenciado la importancia que tiene la alimentación de la madre, no solo
durante la gestación sino también desde el periodo preconcepcional. La
nutrición inadecuada durante la gestación, independientemente del momento en
que esta ocurra, puede causar defectos persistentes en el producto de la
gestación, dado por diversos mecanismos como son la reducción del número de
células de los tejidos, la modificación en la estructura de los órganos y el
cambio en el ajuste de ejes hormonales clave.
Sin embargo, las deficiencias
nutricionales maternas tendrán diversas consecuencias sobre el desarrollo fetal
dependiendo del momento en que ocurran, ya que cada órgano y cada tejido tienen
un momento diferente de período crítico de mayor replicación celular, en el
cual las inadecuaciones nutricionales provocan mayor impacto negativo en este
proceso, (Caraballo, 2014).
De
acuerdo a la investigadora García-Casal (2011),
todos los nutrientes son importantes para el crecimiento y desarrollo neuronal,
pero algunos parecen tener más influencia que otros. Los efectos de esta
deficiencia pueden ser transitorios, duraderos o permanentes:
(a) el
hierro: Es necesario en
todos los procesos básicos neuronales tales como mielinización, producción y
regulación de neurotransmisores (dopamina, GABA y serotonina) y metabolismo
energético lo que trae como consecuencia déficit de las funciones
cognitivas, compromete las respuestas afectivas y el funcionamiento
cognoscitivo de los lactantes afectados, así como su capacidad de coordinar
patrones de movimiento y memoria respectivamente y un incremento de 1,3 veces
el riesgo de padecer retardo mental. Existe una prevalencia en Venezuela del
70% de anemia en menores de 2 años, esta anemia
en las primeras etapas marca, de alguna manera, el desarrollo psicomotor de
esos individuos así como leves
retrasos en actitud, disponibilidad o disposición para realizar trabajos.
(b) el zinc: Es un
elemento traza, esencial para la estructura y función de un gran número de
proteínas regulatorias, estructurales y catalíticas. Constituye un componente
vital del cerebro, participa en la síntesis y liberación de neurotransmisores
y en el desarrollo del Sistema Nervioso Central; actúa como modulador de la
excitabilidad neuronal. Su deficiencia durante el período fetal resulta en una
disminución del contenido de ADN, ARN y proteínas, así como en la reducción del
tamaño del cerebelo, sistema límbico y corteza cerebral, puede afectar la emocionalidad
y la respuesta al estrés, influenciando de esta manera el desarrollo infantil
al condicionar la forma en la cual el niño se relaciona con su medio,
(c) el cobre: Es un
catión involucrado en el metabolismo energético del cerebro y de la dopamina
activa como antioxidante. Se ha demostrado que su déficit afecta sensiblemente
el desarrollo cerebral, con efectos a largo plazo sobre las funciones motoras,
de balance y coordinación neuromuscular,
(d) los ácidos grasos esenciales (AGE): El ácido docosahexaenoico es el ácido graso omega 3, es un potente agente neurobiológico que afecta las
membranas neuronales, y el adecuado funcionamiento cerebral, al influir en la
correcta interconexión de miles de millones de neuronas. Constituye además,
hasta 60% de los ácidos grasos totales de las membranas fotoreceptoras de la
retina, garantizando de esta manera la agudeza visual del individuo. Por ello
la importancia de la lactancia materna –rica en AGE-, particularmente durante
los primeros años de vida, período que coincide con la mayor acumulación de
lípidos en el cerebro y retina,
(e) los folatos, su deficiencia
provoca anemia macrocítica o megaloblástica, que se asocia también con
la deficiencia de vitamina B12 y defectos en el cierre del tubo neural
[labio-paladar hendido]. Asimismo se ha encontrado asociación con la aparición
de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebros vasculares en la edad
adulta. Además se asocia con retardo en el crecimiento, aumento del riesgo de
parto pretérmino (antes de las 37 semanas) y niños con bajo peso al nacer.
(f) Vitamina
A: se ha reportado el aumento en la incidencia de infecciones,
alteraciones de la visión que incluyen la pérdida total de la misma, retardo de
crecimiento corporal, respuesta inmune debilitada, entre otros, en relación a
su deficiencia durante la infancia. Adicionalmente a esto, se ha encontrado
una interacción entre el estado nutricional de vitamina A y metabolismo del
hierro.
Razón por la cual,
durante el primer trimestre, las necesidades son principalmente cualitativas
para el desarrollo de órganos, dado que el crecimiento embrionario está todavía
limitado. En este periodo la hiperfagia y el aumento de la sensibilidad a la
insulina permiten que la madre, incluso en condiciones de desnutrición,
almacene grasa en el tejido adiposo e incremente su peso corporal neto.
En el segundo
trimestre, a partir de las 20 semanas de gestación, el crecimiento fetal es
controlado por factores maternos y placentarios. Es difícil estimar la
influencia que estos dos compartimientos tienen sobre el crecimiento fetal
intrauterino; sin embargo, el retardo del crecimiento intrauterino está
caracterizado por una capacidad reducida de la unidad útero-placentaria para
suministrar oxígeno y nutrientes al feto.
En el tercer trimestre,
el crecimiento fetal llega a ser exponencial y, al mismo tiempo, aumentan las
demandas nutricionales fetales para completar el desarrollo de estructuras
importantes como el sistema nervioso central. Con objeto de adaptarse a esta
nueva condición, el metabolismo materno se desplaza de la situación anabólica
del primer trimestre, a una situación catabólica donde la progesterona, el
cortisol, la prolactina y la leptina dan lugar a una disminución de la
reactividad a la insulina con un incremento consecuente de los niveles
plasmáticos de ácidos grasos libres y glicerol.
Cuando las deficiencias se producen en
la etapa inicial de la gestación los efectos deletéreos sobre el crecimiento
fetal son mayores y el producto de la concepción se encuentra más afectado. Si
la deficiencia de nutrientes ocurre en la mitad de la gestación, solo se afecta
al feto, mientras que la placenta se hipertrofia como mecanismo compensatorio
para mantener el aporte de nutrientes. Cuando las deficiencias de nutricionales
ocurren al final de la gestación, su efecto será el retraso del crecimiento que
altera la relación feto-placenta. Por último, el impacto a largo plazo de los
factores dietéticos dependerá del momento, la duración e intensidad en que se
produjo dicha nutrición inadecuada.
Razón por la cual, de acuerdo a Sosa y Caraballo,
(2014),
el peso, la talla y la composición corporal de la madre pueden relacionarse con
su capacidad metabólica y su habilidad para ofertar los nutrientes al feto. El
peso preconcepcional materno y la ganancia de peso durante el embarazo se han asociado
con el peso al nacer, de allí que una condición nutricional deficitaria o por
exceso durante el embarazo, afectaría el peso al nacer. La desnutrición materna
trae consigo diversos efectos en la nutrición del feto, particularmente por las
alteraciones tanto del desarrollo como de la función placentaria, de la
modulación del sistema endocrino fetal y de la expresión génica, aquí se
destaca:
·
Efectos
sobre la placenta: los cambios placentarios pueden ir
desde modificaciones en el peso, histomorfología, vasculogénesis y
angiogénesis, todo lo cual altera la capacidad de transferencia de
macronutrientes indispensables durante la vida fetal para la formación de
tejido, así como para la producción de energía para los procesos oxidativos; y
también se afecta la plasticidad por lo que el crecimiento y el desarrollo
fetal quedan comprometidos.
·
Efectos
sobre el sistema endocrino fetal: el embarazo normal
implica la producción de hormonas en los compartimientos materno, fetal y
placentario. En casos de desnutrición materna, esta secreción puede verse
afectada, principalmente por sus efectos sobre la producción de
glucocorticoides, factores de crecimiento similares a la insulina y leptina.
·
Efectos
sobre la expresión génica: la nutrición de la madre puede
programar la susceptibilidad de un individuo a desarrollar enfermedades en la
edad adulta a través de cambios epigenéticos del genoma fetal sin alterar la
secuencia del ADN.
Adicionalmente, las
mujeres obesas tienen un riesgo incrementado de padecer hipertensión,
preclampsia y diabetes mellitus gestacional (DMG). Esta última, a su vez, si no
es controlada, puede llevar a una excesiva transferencia de glucosa al feto,
induciendo una hiperglicemia fetal, lo que altera su estructura y función
pancreática llevando a un incremento en la secreción de insulina y macrosomía.
Así mismo, la obesidad materna está asociada con un aumento del volumen
plasmático, incremento de la transferencia placentaria así como de la
resistencia a la insulina, lo cual favorece una mayor cantidad de glucosa
disponible para el feto de manera permanente.
Hoy día, se piensa que
la dieta materna, el estado nutricional y la situación metabólica a que este
conduce, son probablemente los factores maternos que más pudieran influenciar
en la nutrición fetal.
Fuentes:
Caraballo, (2014). Anemias
nutricionales. En
Nutrición en el Embarazo. Cap VII,
p.209-262. CANIA. Empresas Polar. Caracas
Fundación
Bengoa (2015). Los Mil días del Niño.
Documento en línea. Disponible: http://www.fundacionbengoa.org/informacion_nutricion/primeros-1000-dias-vida.asp.
García-Casal,
M. (2011). Los
Micronutrientes: ¿por qué requieren
nuestra atención? El problema, la evidencia y la solución. CANIA. Año 14. Nº 23
p.27-31.
Sosa I. y Caraballo, L. (2014).
Nutrición Fetal. En Nutrición en el
Embarazo. Cap II, p.45-79. CANIA. Empresas Polar. Caracas.
La malnutrición en todas sus formas afecta al desarrollo humano, teniendo entre sus efectos un impacto en el progreso tanto, social, personal, laboral y económico del individuo. Por tanto que una nutrición adecuada contribuye de manera fundamental a la realización del derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental de niños y niñas. Angiluz Rendón
ResponderBorrarCuando una mujer planifica tener un embarazo, debe tener ciertos cuidados entorno a su salud. Someterse a exámenes físicos completos, alimentarse mejor bajar de peso si es necesario. Es de suma importancia tener los cuidados necesarios antes durante y después del embarazo, ya que esto va a favorecer al bebe, una buena alimentación de la madre afectara positivamente en la vida del niño (a) tanto en su desarrollo psicomotor, cognitivo, emocional y social.
ResponderBorrarLa alimentación de los niños (as) en los primeros años de vida, es crucial para el crecimiento, desarrollo, y salud. Enseñarles buenos hábitos alimenticios a nuestros niños y niñas no solo depende de los padres sino de los maestros en las escuelas, comer adecuadamente ayuda a prevenir enfermedades a largo plazo.
Jennifer Jardin
Cuando una mujer planifica tener un embarazo, debe tener ciertos cuidados entorno a su salud. Someterse a exámenes físicos completos, alimentarse mejor bajar de peso si es necesario. Es de suma importancia tener los cuidados necesarios antes durante y después del embarazo, ya que esto va a favorecer al bebe, una buena alimentación de la madre afectara positivamente en la vida del niño (a) tanto en su desarrollo psicomotor, cognitivo, emocional y social.
ResponderBorrarLa alimentación de los niños (as) en los primeros años de vida, es crucial para el crecimiento, desarrollo, y salud. Enseñarles buenos hábitos alimenticios a nuestros niños y niñas no solo depende de los padres sino de los maestros en las escuelas, comer adecuadamente ayuda a prevenir enfermedades a largo plazo.
Gracias por su comentario Jennifer. Por eso es clave la formación de los maestros y promover la campaña del cuidado y protección del niño en sus primeros 1000 días de vida. Esta es una "ventana" clave en el desarrollo de un país. ¿Qué opina?
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