jueves, 30 de noviembre de 2017

La Educación Alimentaria y Nutricional en la infancia

La educación alimentaria y nutricional es una estrategia que permite prevenir, e incluso corregir, comportamientos alimentarios en la infancia y hábitos de consumo que se caracteriza a menudo con carencias, excesos y desequilibrios. Este enfoque educativo debe orientarse a propiciar un mejor conocimiento de los recursos naturales de cada región y favorecer mejores estados de nutrición y calidad de vida.
Si bien la educación en materia alimentaria y nutricional no es la respuesta total a los problemas que se presentan por carencias o excesos en el consumo, si constituye un aspecto sustantivo de la educación formal. Por ello, la educación en la alimentación debe comprender los factores que intervienen en el comportamiento alimentario infantil, a partir de lo cual se propicie un sistema de actividades y de comunicación donde el pensamiento reflexivo y el creativo se desarrollen a la par de una actitud coherente del docente, con el devenir actual y la función fundamental de la educación como formadora del Hombre.
El comportamiento alimentario infantil
Las características del consumo de alimentos por parte de la población y en especial los niños pequeños, representan un riesgo para su estado nutricional y, por ende, para su estado de salud. Cada vez más, los patrones alimentarios se alejan de las recomendaciones; esta problemática es aún más alarmante en la infancia, dado que la alimentación en ese grupo etario es esencial para el crecimiento normal y para la prevención de enfermedades en etapas posteriores de la vida.
En vista de lo anterior, hay un claro reconocimiento de la importancia del comportamiento alimentario, en especial en la población infantil. Esto porque es en esta etapa de la vida donde se definen las bases de la conducta para etapas posteriores; de ahí que, aquellas actividades rutinarias, tengan una alta probabilidad de mantenerse a través del tiempo. En el caso del consumo de alimentos, generará efectos positivos o negativos en el estado nutricional de la población adulta, aquí la formación de hábitos en la escuela constituye un aspecto fundamental.
En tal sentido los hábitos son: (a) procedimientos de actuación mecanizados o automatizados; (b) recursos a utilizar por el docente para influir, de manera positiva en el crecimiento personal, afectivo e intelectual de sus alumnos; (c) costumbres, actitudes, formas de conducta o comportamientos ante situaciones concretas las cuales conllevan pautas de conducta y aprendizajes; y (d) mecanismos estables formados por un montaje de reflejos condicionados que se encadenan entre sí. Al mismo tiempo son flexibles y posibilitan que nuestros actos se reorganicen en cada momento.
Por otra parte, los hábitos aportan a los niños: (a) la capacidad de elaborar los propios rasgos personales de forma original, al mismo tiempo les identifica con el grupo social en el que han nacido, con sus valores y cultura; (b) liberan la mente para  emplear su energía en otros aprendizajes y se convierten, al mismo tiempo, en uno de los recursos para dinamizar sus operaciones y hacerlas más creativas; (c) dan marcos de referencia y pautas de comportamiento ante situaciones diversas y diferentes; (d) proporcionan a la estructura mental del niño, una trama sólida a partir de la cual se hace posible el progreso del pensamiento; (e) los hábitos mantienen el equilibrio psíquico de los niños e incrementan sus posibilidades de desarrollo y aprendizaje. Ello hace posible que puedan estar abiertos y dispuestos a realizar en todo momento nuevos aprendizajes; y (f) los hábitos facilitan al niño la comparación de su conducta con la de otros niños de su grupo, también con lo que hacen los adultos. Es decir, les proporcionan un recurso para poder evaluar, por comparación, su propio aprendizaje y forma de comportamiento.
En relación con la alimentación y específicamente a través de la absorción de los alimentos, el niño establece los primeros contactos con la realidad del mundo exterior. Comer es, además, la actividad mediante la que se desarrollan las primeras relaciones personales, y en torno a las cuales el niño experimenta y vive los primeros conflictos de entendimiento con los demás y de ruptura de comunicación. Esta situación produce en ocasiones, consecuencias profundas para su socialización y en algunas, riesgos peligrosos que es preciso prevenir.
Mediante la alimentación, el niño va recorriendo día a día, el complejo proceso de su identidad personal, de su evolución y de su progreso. Así, mientras come, muchos niños reviven y consolidan momentos anteriores de sus vidas y casi todos avanzan en destrezas por la imitación y el esfuerzo de realizar por sí mismo gestos y conductas que ven en los adultos. Además, en estos momentos, se desarrollan también las sensaciones más primitivas del gusto, olfato, tacto, que son la base de los esquemas de conocimientos más fundamentales.
La escuela, tiene pues, un papel fundamental a estas edades, en el aprendizaje de los buenos hábitos de alimentación. En este sentido es necesario considerar que es más fácil consolidar los hábitos saludables de manera temprana, antes que los niños y las niñas adquieran comportamientos negativos, ya que cambiar los conocimientos, las actitudes, valores y patrones de comportamiento inadecuados toma mucho más tiempo y exige también un orden o estrategia metódica, si se quiere alcanzar resultados positivos. Para el logro de este propósito la consolidación de un ambiente físico adecuado constituye un recurso fundamental en la consolidación de hábitos y estilos de vida más saludables.
Razón por la cual, el maestro debe considerar las características individuales del niño. Esta categoría abarca aquellas condiciones particulares con las cuales el individuo hace una lectura de su medio externo. En el caso de las diferencias por género, las niñas tienden a consumir más frutas y verduras que los niños, aunque son más susceptibles a las marcas, incrementando su consumo promedio hasta en 100 calorías cuando los alimentos tienen determinadas etiquetas. Actualmente, se reconoce que el género femenino no se basa únicamente en el criterio del sabor para escoger alimentos, sino también en cuestiones como apariencia e implicaciones para la salud. Mientras que en el caso de los niños, las decisiones alimentarias se basan en el sabor y placer antes que en la salud.
Los padres influyen en las elecciones de alimentos, por parte de los niños, a través de su presencia en los tiempos de comida, la inclusión de diversas preferencias alimentarias dentro de los menús diseñados en casa, esfuerzo y habilidades de preparaciones de alimentos, así como por aspectos concernientes a salud y finanzas del hogar.
Las estrategias que utilizan los padres para favorecer el consumo abarcan estímulos neutrales, razonamientos, premios, chantajes y presión. Sin embargo, los resultados de estas estrategias no siempre son los mejores. Ahora, los niños con rechazo alimentario se correlacionan en su mayoría con las tácticas de presión y amenazas de quitar privilegios de alimentos y juegos. Por lo tanto, la presión no es una buena opción para promover el consumo; esta genera una baja ingesta, mientras que la prohibición de alimentos aumenta el deseo. La presión para comer predice comentarios negativos acerca de la comida, así como una tendencia hacia el rechazo. Por su parte, los estímulos neutrales, las recompensas y los elogios están más relacionados con la aceptación del alimento.
Diversos estudios muestran que condiciones del alimento como el sabor, la apariencia y el olor influyen de forma directa en la ingesta. A partir de esto, la investigación en el tema ha permitido identificar una mayor aceptación de parte de ciertas métodos de cocción de verduras, tales como el vapor, dado que exaltan menos el sabor que otros, como es el caso del horneado; así, como se reconoce que texturas granulares y los colores oscuros tiene una mayor posibilidad de rechazo.
En el caso de frutas y verduras, los niños tienden a elegir más las frutas por su sabor y textura, mientras que el sabor puro de los vegetales no es bien aceptado; este puede mejorar en combinación con otros alimentos. Cuando se relaciona un sabor agradable para los niños con un sabor de poca aceptabilidad, el sabor agradable puede enmascarar el segundo y eso influencia la aceptabilidad de este último. De ahí pues, la relevancia del sentido del gusto.
En esta línea, la presentación visual de un alimento es un determinante importante para su consumo, esto involucra tanto colores, como tamaños, formas y disposiciones en el plato. Para el caso del tamaño, aquellas porciones grandes pueden disminuir tanto el gusto, como el deseo por el alimento. El efecto del tamaño en la disminución del gusto puede relacionarse con la magnitud de la estimulación oral, mientras que el deseo disminuye con las repetidas oportunidades ante dicha sensación.
De acuerdo a Esquivel y Pérez (2000), los principales problemas en la conducta alimentaria encontradas con mayor frecuencia por grupos de edad en educación inicial se destacan:
Menores de 2 años
* Mala práctica de la lactancia materna que dificulta la introducción de alimentos complementarios.
* Uso prolongado del biberón y dificultad para aceptar alimentos nuevos
* El niño deja de comer sin motivo aparente.
* Se duerme durante las comidas
* Da la espalda al plato de comida y/o no presta atención a su comida.
* Juega con la comida sin mostrar interés por llevársela a la boca.
* Llora o hace berrinches durante la comida, escupe los alimentos.
* No acepta la cucharilla.
* Se niega a abrir la boca.
* Presenta arqueos o vómitos.
* Frecuentemente abandona la mesa.
2 a 6 años
* El apetito suele variar.
* Presenta preferencias y rechazos marcados.
* No posee horario para las comidas.
* No come en el lugar destinado para ello.
* Se muestra apático, triste o indiferente hacia la alimentación
* Come a ritmo muy lento y busca excusas para no comer.
* No usa los cubiertos, se muestra dependiente
* Presenta atención dispersa
* Es inquieto, se levanta constantemente de la mesa o molesta a sus compañeros.
* Presenta vómitos antes, durante o después de las comidas.
Partiendo de los problemas descritos, el objetivo fundamental de la intervención de la conducta alimentaria consiste en promover en el niño la adquisición de una conducta acorde con la edad y nivel de desarrollo y orientar a los padres a manejar adecuadamente dichas conductas. La intervención de los problemas en la conducta alimentaria en los niños, puede combinar técnicas conductuales, apoyo emocional y orientación a los padres. Además, para un manejo adecuado se hace necesario que los adultos estén informados y capacitados para mantenerse firmes y establecer normas de comportamiento de manera coherente y efectiva.
En el momento de la comida, de acuerdo a Esquivel, (2003), los padres o maestros, deben ser personas lo suficientemente estimulantes para propiciar un ambiente agradable, en el que se favorezca la adquisición de aprendizajes y la formación de hábitos y conductas alimentarias adecuadas. Deben ser consistentes evitando manejos contradictorios. La alimentación se debe ofrecer en un ambiente relajado, sin otros estímulos, permitiendo que el niño coma la cantidad deseada. Por esto, los adultos (padre, madre, abuelos, maestros), deben llegar a acuerdos y trabajar como un equipo para tener logros importantes que se mantengan en el tiempo. Si estas recomendaciones no dan los resultados esperados, se deberá solicitar la intervención de un psicólogo o especialista en el área.
Fuente:
Esquivel, D., (2003). Desarrollo de la conducta Alimentaria en los niños. Problemas e intervención. CANIA. Año 4. N° 9, mayo 2003, p.5-14.
Esquivel D, y Pérez R. (2000). Registro de hábitos y conductas alimentarias (trabajo inédito) Caracas: CANIA, 2000. http://cania.msinfo.info/bases/biblo/texto/pdf2/Esquivel%20D.%201.pdf

Calle Moreno, M., (2008). Educar la alimentación en la escuela. Revista digital ENFOQUES EDUCATIVOS Nº 13. P.10-20 www.enfoqueseducativos.es

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