jueves, 15 de marzo de 2018

Comer como comportamiento automático

Tal vez el aspecto más desconcertante y frustrante de la epidemia de la malnutrición (por déficit y/o por exceso), es el contraste entre nuestra comprensión de la biología del problema y de nuestra incapacidad para detener la epidemia.
La epidemia de obesidad sólo ha aumentado en las últimas décadas debido a la disminución en los niveles de actividad física, un aumento en el consumo de calorías, o ambas cosas. Los esfuerzos para tratar y prevenir la obesidad dependen en gran medida de educar a las personas para regular su consumo de alimentos a través de medios tales como la difusión de directrices generales sobre nutrición, promoción de dietas a la medida, y el etiquetado de alimentos con información nutricional.
El continuo crecimiento de la epidemia a pesar del empleo de estas técnicas debe hacer que la gente cuestiona la hipótesis que lo sustentan. El supuesto fundamental es que, dada la información y la motivación, las personas pueden reducir con éxito su ingesta de alimentos para que coincida con su gasto de calorías a largo plazo. Este supuesto, a su vez implica que el comer es un acto consciente. Una hipótesis alternativa es que el comer es un comportamiento controlado por el medio ambiente en lugar de por el individuo.
Muchos estudios en los últimos años han demostrado las poderosas influencias del medio ambiente sobre la cantidad de alimento que consume la gente. El tamaño de las porciones, parecen ser muy importante para los patrones de consumo, las personas sirven porciones más grandes y simplemente comen más alimentos, independientemente de su peso corporal y sin importar el alimento, el establecimiento de comida, o el calendario de otras comidas.
La tentación de comer los alimentos que están a la mano o fácilmente disponibles, es tan fuerte que los seres humanos comen más, incluso si la comida sabe mal. Más allá del tamaño de la porción, un principio es que la cantidad de alimento consumido aumenta a medida que el esfuerzo para comerlo disminuye, aun cuando las diferencias en el esfuerzo sean más pequeños.
De hecho, según una estimación, el aumento de peso medio de la epidemia de obesidad en las últimas dos décadas  podría ser causada por un exceso diario de kilocalorías sólo de 100 a 150 kcal.
La mera visión de los alimentos puede estimular a la gente a comer. Por ejemplo, los investigadores demostraron que los oficinistas comieron 3,1 más chocolates (un total de 75 kcal) cuando los caramelos se colocaron en sus escritorios en frascos transparentes que cuando el caramelo fue colocado en recipientes opacos, esto  demuestra que las señales ambientales influyen en la frecuencia y la cantidad de lo que come y que las personas no suelen reconocer esas señales.
El contexto en que se lleva a cabo el acto de comer también puede influir en gran medida en los patrones de consumo. Cuanto más larga sea la comida, la gente come más. La cantidad de alimento que las personas comen está directa y fuertemente relacionada con el número de personas que comparten la comida. Comer con otras personas también introduce otros efectos de gran alcance social.
Comportamientos automáticos
Los seres humanos han limitado las capacidades cognitivas, con la capacidad de proceso de forma consciente sólo entre 40 y 60 bits de información por segundo - equivalente a una frase corta. Sin embargo, su capacidad de transformación completa, que incluye el sistema visual y el inconsciente, se estima en 11 millones de bits por segundo. Por lo tanto, el cerebro necesita mecanismos que no requieren la conciencia cognitiva para percibir el entorno y reaccionar ante ella.
De hecho, la capacidad de los seres humanos para ser eficaces, no sólo depende de su capacidad para pensar en abstracto y creativamente sino también en su capacidad para liberar su mente para pensar, mediante la asignación de tareas de rutina para reducir la participación de cerebro. Por lo tanto, las conductas no cognitivas no son un signo de debilidad, sino más bien una adaptación que permite a los seres humanos ser una especie única de producción.
En los últimos años, los psicólogos han desarrollado una mayor comprensión de los comportamientos automáticos, que pueden ser definidos como aquellos que operan sin la dirección cognitiva. Una gran cantidad de esfuerzo mental es necesaria para tomar decisiones conscientes y luego ponerlas en práctica en forma de comportamientos. La mayoría de nuestras respuestas a nuestro medio ambiente puede entenderse como comportamientos automáticos.
Los seres humanos sonríen o ríen cuando se divierten, fruncen el ceño cuando están molestos, se sorprende cuando es sorprendido por un ruido fuerte, y tensa los músculos cuando se ven amenazados, todos, sin tomar una decisión consciente o estar al tanto de la conducta.
Se han definido cuatro características de los comportamientos automáticos: 1) ocurren sin conciencia, 2) se inician sin intención, 3) que siguen una vez iniciado, sin control, y 4) funcionan de forma eficaz o con muy poco esfuerzo. Sin embargo, no todos estos criterios son necesarios para un comportamiento que se considere automático.
Estudios sobre el consumo de alimentos indican que comer debe ser visto como una conducta automática. La gente generalmente no es consciente de lo mucho que están comiendo.
La gente ciertamente puede negarse al postre o resistir la tentación de los chocolates en el frasco sobre la mesa. Todas las conductas automáticas pueden ser controladas de forma temporal. Pero la cantidad de esfuerzo necesario para que se abstengan de comer cuando la comida está presente es importante, y es casi imposible de sostener en el largo plazo.
Nuestra dificultad como sociedad de aceptar la fuerza de nuestro ambiente y cómo influye en el comer, puede provenir de nuestra incapacidad para reconocer y nuestra negativa a aceptar nuestra propia comida, como una conducta automática.
Nosotros culpamos a nuestra falta de voluntad en la incapacidad para mantener una dieta, cuando es más probable que nuestras respuestas automáticas a las señales en todas partes para comer y la disponibilidad de alimentos baratos, densamente calóricos, son responsables.
Una visión revisada de comer como una conducta automática, en contraposición a un comportamiento que los seres humanos pueden autorregularse, tiene profundas implicaciones para nuestra respuesta a la epidemia de obesidad. De hecho, los investigadores han descrito los altos niveles de comercialización de los alimentos, la accesibilidad, y la cantidad como el "ambiente tóxico" en la raíz de la epidemia de obesidad.
Este concepto sugiere que los enfoques educativos o de motivación para reducir el consumo de la población, como el Trompo de los Grupos de Alimentos (guía alimentaria para Venezuela), el etiquetado nutricional y consejería dietética, seguirán fracasando. En lugar de estos enfoques, para reducir el consumo debemos disminuir la accesibilidad, visibilidad, o las cantidades de alimentos a los que las personas están expuestas y reducir las señales de nuestro ambiente para promover la alimentación.
Los mejores enfoques incluyen la reducción de tamaño de las porciones, limitar el acceso a los alimentos listos para comer, limitando la disponibilidad de los aperitivos en las escuelas y los lugares de trabajo, y la reducción de la publicidad de alimentos. Puesto que los seres humanos parecen ser muy sensible a pequeños cambios en el entorno alimentario, estas modificaciones no tienen que ser grandes para ser eficaz. Además, debido a la naturaleza automática de comer y porque la gente está actualmente consumir más calorías que necesitan, estos cambios - una vez en vigor - no podría ser observado. Esta perspectiva representa nuestra mejor esperanza para controlar la epidemia de obesidad.

Fuente: Deborah Cohen, MD, MPH and Thomas A Farley, MD, MPH (2007). Comer como comportamiento automático. Prev Chronic Dis. 2008 January; 5(1): 

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