Las madres y sus
bebés constituyen una unidad biológica y social que no puede ser separada, por
lo cual la salud y la nutrición de ambos grupos debe ser abordada teniendo en
cuenta sus estrechos vínculos y el respeto a los derechos de las mujeres
durante su etapa reproductiva. La gestación es una época de cambios
fisiológicos importantes para la formación del nuevo ser, que requiere un
soporte nutricional adecuado para asegurar el metabolismo aumentado de la madre
y el bebé.
El buen estado
nutricional de la gestante asegura su salud, el buen crecimiento fetal y el
peso adecuado al nacer, la protección del cerebro de las niñas y niños en el
periodo más sensible de su formación, y las reservas nutricionales para la
lactancia materna.
El conocimiento
de las necesidades nutricionales desde el inicio del embarazo y el poderoso
papel de nutrientes específicos en la formación y desarrollo del feto exige un
manejo cuidadoso de la alimentación de las mujeres, inclusive desde antes de la
concepción, ya que algunas alteraciones de la nutrición materna en los primeros
quince a veinte días de la gestación, como es el caso de las deficiencias de
ácido fólico, pueden ocasionar lesiones graves del sistema nervioso central en
el recién nacido.
En síntesis, el
buen estado nutricional durante la gestación previene enfermedades y mortalidad
perinatal e infantil y es garantía del buen desarrollo neurocognitivo durante
la infancia temprana.
Durante la
gestación aumentan los requerimientos de energía y nutrientes, que varían de
acuerdo al peso con que se inicie el embarazo, la actividad física y las
semanas de gestación, lo cual hace indispensable la valoración nutricional en
cada control prenatal. Esta incluye la evaluación del índice de masa corporal
(relación entre el peso y la talla de la madre), la vigilancia de la ganancia
de peso (para evitar desnutrición, sobrepeso u obesidad) y del aumento de la
altura uterina, el suministro de vitaminas y minerales, y finalmente la
educación nutricional para dar recomendaciones de alimentación, actividad
física y hábitos saludables.
Las gestantes
adolescentes constituyen un grupo de riesgo y en especial si están desnutridas
necesitan suplementos de carbonato de calcio con vitamina D y otros
micronutrientes con supervisión profesional. Todas las gestantes deben
abstenerse de ingerir sustancias psicoactivas, en especial alcohol y tabaco
para evitar malformaciones fetales y síndromes de abstinencia de drogas en el
recién nacido.
La
necesidad de la dieta materna prenatal apropiada se basa en la evidencia
científica del papel decisivo de nutrientes específicos como los ácidos grasos
esenciales (Omega 3, ácido Docosahexanoico), las proteínas, el ácido fólico, el
hierro y el yodo, en la formación de la arquitectura cerebral y el desarrollo
neurológico que determinarán el desenvolvimiento de las capacidades visual,
auditiva, del lenguaje, y el rendimiento mental que acompañarán para siempre la
vida de los niños y las niñas.
A
la inversa, la desnutrición en el primer trimestre del embarazo aumenta el
riesgo de bebés con bajo peso al nacer quienes con gran frecuencia sufrirán de
problemas visuales, auditivos y de aprendizaje, requiriendo altos costos
humanos y financieros para su rehabilitación y educación especial. Entre más temprano
ocurre la desnutrición, mayor es la afectación del sistema nervioso central. La
deficiencia de ácidos grasos esenciales, altera el desarrollo visual y
cognitivo, la carencia intrauterina de hierro hace que los impulsos nerviosos
en el cerebro se transmitan lentamente lo cual puede llevar a pérdida
permanente del coeficiente intelectual, las deficiencias severas de yodo en
etapas iniciales del embarazo ocasionan trastornos irreversibles como retardo
mental, sordera y ceguera, y las deficiencias moderadas o aún leves conllevan a
alteraciones visuales, del lenguaje, cognitivas, motoras y de coordinación
causantes de fracaso escolar y limitaciones para la vida social y productiva.
Las madres en
periodo de lactancia necesitan ingerir energía adicional para la producción de
leche, incluso más que en el periodo de la gestación, calculándose alrededor de
500 calorías adicionales al día, parte de las cuales provienen de las reservas
que han acumulado durante el embarazo. En las madres desnutridas se disminuye
la producción de la leche y en especial la cantidad de vitaminas C y del
complejo B, ya que la pobre alimentación no les ha permitido acumular reservas
y dependen de los aportes de la dieta durante la lactancia. El resto de
nutrientes de la leche se mantiene aunque a expensas de las reservas corporales
de la madre, por lo cual es prioritario darles suplementos de vitaminas y
mejorar su alimentación.
Lactancia materna el mejor
alimento para el inicio de la vida
Desde
el inicio de la humanidad la alimentación de los recién nacidos con la leche de
sus madres ha sido garantía de su supervivencia. En la actualidad son múltiples
los estudios que prueban sus amplios beneficios para la salud, el crecimiento y
el desarrollo infantil. La composición de nutrientes de la leche materna es
perfecta para el óptimo crecimiento de las niñas y los niños, y se va adaptando
a sus necesidades en la medida en que crecen, contiene células, factores
inmunológicos y hormonas que favorecen su salud y los protegen de enfermedades agudas
y crónicas en la infancia y la vida adulta. Aunado a esto, el amamantamiento
genera un fuerte vínculo afectivo que favorece el apego, facilita interpretar y
responder oportunamente a las necesidades de los bebés, con lo cual ayuda a
regular tempranamente las emociones infantiles.
Este
conjunto de beneficios confirma la lactancia materna como la práctica
nutricional esencial para el crecimiento y el desarrollo en los dos primeros
años de vida. También las madres se benefician, ya que el inicio temprano de la
succión del pezón evita el sangrado del útero en el momento del parto, y la
práctica de la lactancia les ayuda a recuperar su peso habitual y las protege
de cáncer de seno y ovario.
La recomendación
de la
Organización Mundial de la Salud es dar lactancia materna exclusiva hasta
los seis meses y continuar hasta los dos años o más junto con alimentos
complementarios apropiados. El resultado final se evidencia en el óptimo nivel
de salud y nutrición de las niñas y niños pequeños y en su desarrollo infantil
temprano, lo que se traduce en sociedades más sanas y equilibradas, reducción
de la carga de enfermedad y de los costos en salud en el corto y el largo
plazo.
Es
necesario saber que si bien la leche materna es un producto natural, la
lactancia es una práctica que debe ser aprendida. Es natural, porque está
regulada por las hormonas productoras de leche que se estimulan con la succión
del pezón por lo cual entre más succión del bebé hay más producción de leche. Y
es aprendida, porque las madres necesitan conocer esta información y que se les
ayude en las técnicas para poner a sus bebés en la posición correcta para la
succión, a evitar o resolver dificultades corrientes con la lactancia, así como
apoyo efectivo para la extracción, conservación y suministro de la leche en
caso de tener que separarse de sus bebés por razones del trabajo o enfermedad.
Por
eso se requiere que las familias (en especial el padre), las instituciones (en
especial las de salud) y la sociedad (en especial los empleadores/as), promuevan,
protejan y apoyen la lactancia materna. La promoción se refiere a la
información y educación a las madres y sus familias sobre los amplios
beneficios de la lactancia materna y la forma de ponerla en práctica, la
protección se relaciona con evitar todo lo que interfiere su producción y sus
beneficios como el uso de biberones, chupos y leches de fórmula que disminuyen
la cantidad de leche producida y causan riesgos para la salud infantil, y el
apoyo, se refiere a la ayuda directa a las madres para la práctica exitosa de
la lactancia materna comenzando en la primera hora del parto, luego de forma
exclusiva durante los primeros seis meses de vida, y continuarla hasta los dos
años de edad o más junto con alimentos complementarios.
Alimentación Complementaria
Es el proceso de
transición armoniosa a otros alimentos que se incorporan a la alimentación
cuando las necesidades de energía y nutrientes son mayores que las
proporcionadas por la leche materna, lo que ocurre hacia los seis meses de
vida. Esto exige garantizar alimentos ricos en nutrientes y energía que
complementen los de la leche materna, por lo que esta debe continuarse,
ofreciéndola preferiblemente primero y luego complementarla con los otros
alimentos.
El periodo de
transición a otros alimentos es de gran vulnerabilidad pues si las prácticas de
alimentación no son apropiadas, las niñas y niños están expuestos a sufrir
malnutrición, infecciones y enfermedades. Es también un periodo ideal para que
los papás se vinculen a la alimentación de sus hijos y a las labores del hogar
y contribuyan a transformar los roles de género haciéndolos más equitativos.
Alimentación de la familia y en
familia
Comer en familia
es mucho más que el acto cotidiano de reunirse a comer, es crear vínculos
afectivos con sus distintos miembros y con la cultura de la cual se participa,
es disfrutar de un espacio para estimular aprendizajes para la vida: a
compartir y departir, a respetar turnos y gustos, a adoptar reglas de comportamiento,
a entender las diferencias entre los miembros de la familia, a tomar lo
suficiente y necesario, a poner límites a los excesos y controlarse.
Al comer juntos
las niñas y niños pueden ver cómo los miembros de la familia ensayan y
disfrutan alimentos nuevos y variados, y al recibir atención oportuna aprenden
que se puede satisfacer el hambre sin necesidad de ponerse rabiosos o
irritables, con lo cual van aprendiendo a reconocer las señales de hambre y
saciedad y a regular su conducta alimentaria. Comer en la mesa familiar también
favorece que las niñas y niños imiten modales y comportamientos, que
desarrollen destrezas motoras y habilidades para manejar los alimentos y los
cubiertos, manifiesten sus preferencias y opiniones sobre lo que comen, todo lo
cual constituye un ejercicio de participación y autonomía que favorece la
alimentación independiente e influye positivamente en su crecimiento y
desarrollo emocional y psicosocial.
Propiciar la
alimentación en familia requiere una intencionalidad clara de los padres y una
actitud pedagógica para hacer de la comida un momento de disfrute de los
sabores y aprecio por los valores, con lo cual se favorece el buen estado
nutricional y el desarrollo de la niñez y se fortalece la cohesión familiar.
Las maestras, maestros y demás agentes educativos tienen aquí un papel para
promover la alimentación en familia como una experiencia importante no solo
para el crecimiento y el desarrollo físico y biológico, si no a nivel social,
afectivo y cultural.
Fuente
República de Colombia (2012). Lineamiento Técnico de Alimentación y Nutrición para la Primera Infancia. Comisión Intersectorial para la Atención Integral
de Primera Infancia. Estrategia Nacional DE CERO A SIEMPRE
OMS, (2002). Estrategia Mundial de Alimentación
y Nutrición del Lactante y el Niño Pequeño, Organización Mundial de la Salud.
La primera infancia, etapa de la vida que comprende entre el nacimiento y los primeros 3 años de vida, es muy importante para el desarrollo del niño porque en ella se da su mayor crecimiento. La alimentación saludable es clave en ese momento del ciclo vital. La lactancia materna es el alimento perfecto para el recién nacido y es recomendada durante los primeros 6 meses de vida de manera exclusiva, porque es rica en nutrientes, estimula el desarrollo sensorial y cognitivo, y lo protege contra infecciones, entre otros beneficios. Si las evitamos, mejor, porque en esta etapa los chicos incorporan los hábitos alimenticios que los acompañarán el resto de su vida. Es más, los especialistas recomiendan no ofrecerlas a lactantes ni menores de un año. Como bebida, el agua siempre es la mejor opción, aunque se puede variar con jugos de frutas naturales. Lo mejor es reforzar y sostener el hábito de beber agua para la sed en los primeros años, hábito beneficioso para la salud de los chicos.
ResponderBorrarLa planificación es clave para que los pequeños coman saludable desde la primera infancia y tengan una buena calidad de vida.
Incorporar de manera paulatina los alimentos (uno nuevo por vez).
1. Servir porciones pequeñas.
2. Evitar alimentos fritos, picantes y todos aquellos que por su tamaño o consistencia sean “peligrosos”.
3. Establecer un horario para comer, para generar un hábito saludable.
4. Adoptar una dieta sana y equilibrada.
5. Evitar usar la comida como “premio” o “castigo”.
Comer en familia es mucho más que el acto cotidiano de reunirse a comer, es crear vínculos afectivos con sus distintos miembros y con la cultura de la cual se participa, es disfrutar de un espacio para estimular aprendizajes para la vida: a compartir y departir, a respetar turnos y gustos, a adoptar reglas de comportamiento, a entender las diferencias entre los miembros de la familia, a tomar lo suficiente y necesario, a poner límites a los excesos y controlarse.
Yuvelis Sosa